domingo, 11 de octubre de 2009

LA HOMEOPATIA Y EL SABER ESCUCHAR AL CUERPO, original de Rafael Santamaría


En la observación de uno mismo, se depierta la mirada del alma, y a través de los ojos de Ella, la intuición hace alarde de su sabiduria. A mis hermanos:

"En la India colonizada, había una vez una joven muchacha, hija del virrey, que pasaba todas las tardes buscando el amor de su vida entre los transeúntes que pasaban cerca de palacio. A través de la ventana de su dormitorio, veía a cada uno de los que por allí pasaba, y con la mirada puesta en su alma, se imaginaba una vida junto aquel que por allí caminaba. Cuando la intuición de su alma le hablaba, bajaba rápido las escaleras de su morada y veloz, se precitaba a la puertas de palacio para conocer a aquel que había visto tan cerca de si. Pero por cada uno que veía que podía ser su idéntico, aquel amor de una vida, de su vida, la guardia real se oponía, y con dureza, a que saliera de palacio. Pues la piel de aquellos en que ella se fijaba, eran contrarios a las normas que su padre había dictado. Y aunque en la mañana de cada viernes asistían a palacio un sin fin de candidatos..., ella siempre decía: "Padre, perdona que no te escuche a ti, y si a mi corazón. Ninguno de estos son afines a mi, salvo en el color de su piel" Y así, su dolor confirmaba su tristeza, y su tristeza su estado de ánimo, y su ánimo su pesar. Tal era la intolerancia de aquellos que no observaban la verdad como ella la veía, aquellos que vaciada su alma de sentimentos habían hecho rudo su corazón, que la joven muchacha, sola en su retiro, se encomendó a la fe de su espíritu, y en él depositó toda su esperanza. Y así, hubo uno entre toda la guardia real que sintió la busqueda de la verdad, de esa verdad de la que la joven muchacha hacía alarde al soñar; y no pudo sino, al verla bajar aquellas escaleras, permitirle la salida de palacio. Así pues, cuando la joven muchacha, veía entre los transeúntes, a aquel que su alma buscaba, y su leal guardia, fiel a sus sentimeintos, le abría las puertas de la verja, aquella joven muchacha saboreaba el aroma del amor que en aquel momento demandaba su alma. Y de entre aquellas ocasiones que tuvo la suerte de poder vivir, de entre una de aquellas, encontró su igual, encontró a aquel, que en todas las formas de pensar, sentir y amar, fueran físicas, mentales o espirituales, había un entendimiento sin discusión, un entendimiento en todas las formas de su ser, del S e r ; y con aquel, huyó para no volver jamás.

Y de entre los que se quedaron, no hubo quien, salvo el fiel y leal guardia, encontaran en la similitud, un igual, que compatibilizara el sentido de su vida. Pues con lo opuesto buscaban equilibrar el sentimiento perdido de su alma, ignorándose, de esta manera, asimismos; y lo basaban todo, no sólo en lo opuesto, sino en lo externo, renunciando, de esta manera, al legado de sabiduría que por derecho les pertenece; a ellos mismos.

De la misma forma actua nuestra medicina. Ante una inflamación, es un antiinflamatorio el que "calma" la inflamación; ante un ataque de ansiedad, es un ansiolítico el que "remedia" la ansiedad; ante una alergia, es un antihistamínico el que "mejora" la alergia. Llevando el cuerpo hacia lo contrario, creemos que le estamos sanando porque el síntoma desaparece, pero huimos de su propia sabiduria; sin embargo, si llevamos al cuerpo hacia la enfermedad en su forma más sutil, para que la Energía Vital del mismo la cure, estamos escuchando su sabiduría; estamos curando al enfermo y sanando la enfermedad. Así es como funciona la homeopatía.

Escuchemos lo que tiene que decirnos el cuerpo, aunque duela y el dolor sea su lenguaje. Pues sólo su sabiduría se iguala a Aquel que le creó"

Rafael Santamaría
629 309 929