jueves, 3 de diciembre de 2009

EL CAMINO EN LA VIDA; original de Rafael Santamaría


En las agitadas aguas, una luz verás, no vayas mar adentro ni eches las balsas al mar, no busques tierra ni huyas de nada, y mucho menos de ti, aguanta con fe la tempestad, y fijate en esa luz, pues es tu fuero interno quien te guiará.
A vosotros:

"Hubo una vez un gran soberano, grande entre los grandes, señor y dueño del último y más antiguo condado de las tierras altas; gran aficionado a la caza y gran cazador; al que una vez un humilde campesino, que había tenido una camada de perros cazadores, le regaló el último sabueso de aquella prole que la hambruna no había conseguido llevarse consigo; y aquel obsequio animado, mientras duró su adiestramiento, recibió todas las mas altas atenciones a las que un canino puede aspirar; más aquel podenco se dejó querer por lo distinguida de su situación; pero cuenta esta historia que cuando sus instructores lo vieron listo para el noble arte de la caza, le llevaron de caceria, y así ,en su primera salida ,aquel sabueso respondió a todas las espectactivas que se habian puesto en él; y de esta manera, una y otra vez, acompañó a su amo en cada una de aquellas cacerias; y por cada una de ellas su fama aumentó; pero un buen día, a aquel podenco empezó a no gustarle el trabajo para el cual había sido aleccionado, y empezó a flaquear en su cometido; su amo, que observó dicha conducta en él, quiso rectificársela con un primer aviso, para lo cual utilizó un grito, ante el cual, aquel perro, reaccionó; en una segunda ocasión, viendo que el grito se había quedado corto, le reprimió, y el perro obedeció; más en la tercera ocasión, no que le quedó más remedio, ante la terquedad de aquel podenco, que apuntarle con su escopeta y disparando al cielo, disuadirlo para que obedeciera, y el perro obedeció; pero sigue contando esta historia, que no por mucho reprimir se consigue dirigir, así pues, a la cuarta vez que el perro se sublevó, su amo se vió obligado a herirlo disparándole sobre el lomo, a lo que aquel podenco apuró sus fuerzas para huir tan lejos como pudó, y en aquella desesperada huida, quiso la desventura que el collar se lo arrancase una rama que por su camino se cruzó, más fatigado e incapaz de proseguir su fuga se dejó postrar; pero como quiera que en esta historia todo ha de salir bien, síguenos contando esta narración, que la diosa fortuna le fue a ver, pues abandonado de fuerzas cayó en las inmediaciones de otras tierras, y hasta allí, por azar o no, se dejó caer el dueño y señor de aquella comarca: un corpulento hombre de mirada recia y rostro impenetrable, que apiándandose del animal, lo acogió en sus brazos; y mientras aquel hombre observaba a la criatura malherida, apareció el noble aristócrata que había disparado sobre él, el cual, ordenó a aquel hombre que le devolviera a su perro, a lo que el caballero de duras facciones respondió:
- Este perro esta ahora en mis tierras, y por derecho mio es, y no viendo collar que lo identifique, no hay nada que me diga que suyo es. Más, ¿qué perro huye de su amo, salvo aquel que no se identifica con su amo? y, ¿qué amo dispara a su perro salvo aquel amo que ya no ama a su perro?
El noble aristócrata enfureció, y viendo el capitán de su sequito la rabia en los ojos de su señor, mandó levantar las armas a sus soldados, más de detrás de aquel corpulento hombre que entre sus brazos portaba al malherido animal, empezaron a salir un sin fin de braceros, a cada cual más robusto, que sólo con su presencia acallaron el intento de levantamiento de la fuerza real.
Aquel hombre recio, atendió y sanó a aquel sabueso, al cual una vez curado dió lo que por derecho le pertenecía : la libertad. Pero aquel perro no quiso irse del lado de aquel que tanto le había amado, más aquel hombre, intuyéndolo, se dirigió a él y le dijo:
- Amado ser, tu fidelidad no ha de ser para conmigo, eso sólo ensalzaría aún más tu disciplina como perro; más yo te digo, deposita toda tu fidelidad para contigo, pues eso y sólo eso, te ensalzará como ser. Anda, ve, búscate, y adivina quien eres. 
Aquel podenco abandonó aquellas tierras no sabiendo muy bien a donde iba, más la Eterna Providencia ya le había preparado su propio Destino al ponerle en su camino con la sabiduria y el amor de aquel hombre.
Aquel perro averiguó su sino en cuanto empezó a avanzar en su camino"

Rafael Santamaría
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