viernes, 22 de enero de 2016

LA CONCIENCIA DEL AHORA; original de Rafael Santamaría


En cierta ocasión, y durante un tiempo, estuve visitando a un paciente invidente. Su estado de salud era muy crítico.
El tiempo, y los ratos que pasamos juntos, nos ayudo a conocernos mejor y entablar una sincera amistad. Conectamos. Luego él, al poco tiempo, moriría. Tenía 77 años (demasiado joven)
Él no era ciego de nacimiento, había perdido la vista (del todo) haría unos quince años. Las causas de su ceguera?..., aquéllas eran todo un debate al que nunca nos sometiamos para no remover viejos recuerdos.
Solíamos hablar casi de todo mientras estaba en su compañía, pero debido a su experiencia en la vida él siempre tenía más cosas que contar que yo.
Una tarde me dijo:
- Me parece que pierdes mucho tiempo pensando.
Como le tenía tanto aprecio no rechacé su comentario, sino que dejé que aquellas palabras se asentaran en mi conciencia.
- Por qué lo dices? - le pregunté
- Te juro que si me hubieran dicho que me iba a quedar ciego con 60 años, no hubiera cerrado los ojos ni para dormir. Nunca aprovechamos lo que tenemos, sólo sabemos quejarnos de lo que hemos perdido echándole la culpa a algo o a alguien para poder justificarnos ante nosotros mismos el hecho de no haber sabido disfrutar más de ello. No sabes lo que te va tocar vivir, por eso es mejor vivir la plenitud del momento; todo lo demás no importa. Deja de pensar tanto y actúa.
Sabías palabras, me dije. Y entonces guardé silencio. Necesitaba interiorizar tan profundo mensaje.
Por aquel entonces andaba yo también entre cursos y talleres, y con motivo de la visita de todo un experto en la materia, vamos..., de un "guru" de la conciencia, me dejé convencer para asistir a un taller que impartía aquel docente que se llamaba: "Gustate a ti mismo, quierete un poco más"
En uno de los días en los que se celebraba dicho evento, de entre todos los asistentes, me tocó a mi salir a la palestra.
Una vez en el altillo del estrado se me pidió que desnudara mi conciencia. Que me mostrará sin los tapujos de un adulto. Y yo creí haberlo hecho, pero según aquel "guru" de la conciencia, aún estaba sujeto a las reglas de mi conducta, y éstas no me dejaban ser yo, mi verdadero yo, y por lo tanto, expresarme como tal.
Pensé que aquel experto guru, debido a su dilatada experiencia profesional, tendría razón al juzgarme así, así que durante unos minutos revise mi conducta, pero no vi nada. Repase mi pasado, pero tampoco encontré falta alguna, sólo vi errores de antaño que me habían enseñado a tomar conciencia del ahora.
- Señor - le dije - yo soy perfecto como soy. Si usted me juzga con ojos de crítica, y me intenta sacar defectos, es usted el que no es perfecto tal y como es. Su malograda crítica, y el servicio que le presta a la misma, así lo sugieren. Me parece que pierde mucho tiempo pensando.
- Cómo dices?! - me preguntó algo molesto.
- Digo, que sólo sabemos quejarnos de lo que vemos, y que por eso muchos están ciegos. Como usted. Usted sólo ve una cosa, y ve esa misma cosa por todos los lados. Es como si un fantasma le persiguiera. Y en vez de vivir la plenitud del momento, la plenitud del ahora, vive dando cursos para poder escapar así del fantasma que le persigue. No soy yo el que no se expresa tal y como es, sino usted.
Evidentemente, tras aquellas palabras no me quedaba otra que abandonar aquel experimental y singular taller.
Pero, por qué había sido tan "grosero"?; por qué me había comportado así?. Me preguntaba mientras abandonaba aquellas instalaciones.
Al día siguiente, le relate lo sucedido a mi buen amigo invidente. Aquel día estaba ya muy malito. En el transcurso del fin de semana había empeorado muchísimo su ya maltrecha salud.
- Llevas sangre en las venas - me dijo - y por lo que veo, no sólo irriga bien tu cerebro, sino también tu corazón. Eres impulsivo. Eso está bien, actuaste; y lo hiciste desde la conciencia.
Verás Rafa, nunca dejamos de ser niños, aunque muchos muramos llenos de arrugas y enfermos de viejos. Sólo tienes que hacer a cada instante lo que tu corazón te pida para no dejar de querer a ese niño que todos somos y que todos llevamos dentro. Así que dejate de cursos y más cursos y de gurus. Y recuerda que si no lo haces, si no haces lo que te pide el corazón, no sabes lo te tiene preparado la vida; y entonces puede que mañana ya sea demasiado tarde para hacer lo que tenías que haber hecho hoy; lo que tenías que haber hecho ahora.
Para el resto de mi vida, de aquéllas palabras una cosa me quedo clara: la conciencia del ahora se basa en escuchar siempre y en todo momento a tu corazón
Rafael Santamaría