jueves, 24 de octubre de 2019

AMATE; original de Rafael Santamaría

Aún cuando solo veas defectos y más defectos en ti, persevera en una gran comprensión hacia tus fallos, pues éstos, sólo son el camino que has de tomar para llegar a ser virtuoso. 

La virtud, no es verte a ti mismo siempre en pugna con tus defectos, pues ellos son parte de ti; y estar en pugna con una parte de ti, te generará malestar. 

Es mejor pues, aceptar tus errores como parte del camino, y no, como obstáculos en el camino.
Sin esos errores tu camino estaría vacío del estímulo necesario para buscar en ti la virtud que te convertirá en santo.

Mi Maestro solía decir que santo es aquel pecador que jamás se da por vencido. 

El pecado, el error, es innato a nuestra naturaleza humana; pero nuestra divinidad lo transmuta en virtud cuando lo aceptamos como parte de nuestro aprendizaje.

Si quieres ser feliz tal y como eres, deja que tus errores te enseñen a serlo.
Aprende de ellos para lograr vencer cualquier circunstancia adversa en la vida.
Pues en verdad la adversidad no es si no todo aquello que contraria nuestros planes.

Y es que el ego no hace más que hacer planes y más planes, mientras que el alma, el alma no hace nada, es la inacción de la acción; mientras que el ego, es la acción motivada por la reacción.

El ego reacciona. El alma observa.

Si quieres ser como tu alma es, observa la vida. 

Si quieres ser como tu ego es, reacciona ante cualquier circunstancia de la vida.

Quién tenga oídos para oír que oiga.
Rafael Santamaría

BIENAMADO PADRE; original de Rafael Santamaría


Si de noche pudiera ver el día, y de día pudiera ver la noche;

si al despertar el alma se me encogiera, y al encogérseme el alma despertara;

si al oír mi voz me escuchara, y al escuchar mi voz me oyera;

si pudiera ver la sombra que proyecta mi vida, y mi vida no proyectase más sombras; 

si entendiera lo que no veo, y no viendo entendiera;

si mi corazón hablase el lenguaje del amor, y el amor fuera siempre el único lenguaje de mi corazón;

si el presente fuera el momento, y ese momento fuera siempre presente;

si la agonía del sufrimiento no atormentase mi conciencia, y mi conciencia no buscara consuelo en el sufrimiento;

si en el dolor de la perdida no llorase mi corazón, y mi corazón no encontrara refugio en ése dolor;

si en el encuentro del misterio de la vida, la vida misma fuese el misterio que yo busco y encuentro;

si la paz que anhelo y busco, me diera paz en todo lo que anhelo.
Si todo fuese así, no habría más tormentas.

Haz entonces Padre, que ante la tormenta halle la calma, para que mi calma no sufra más tormento.

Rafael Santamaría