jueves, 28 de febrero de 2013

EL MONJE QUE NUNCA RENUNCIO A NADA; original de Rafael Santamaría



-Tú esperas algo de la vida, de tu trabajo, de tus jefes, de tu esposa, de tus hijos, de tus amigos..., hasta de ti mismo; ¿acaso no es así?
-Bueno, si.
-¿Acaso no esperas éxito en tu trabajo?; ¿acaso no esperas de tus jefes, o su reconocimiento o un aumento de sueldo? ¿Acaso no esperas de tu mujer mínimo, recibir lo mismo que tú le das? ¿Acaso no esperas de tus hijos la misma prosperidad que deseas para ti, y si no la obtienen sufres? ¿ Y de tus amigos?, ¿acaso no esperas de ellos más casi de lo que a veces esperas de ti mismo?
-No, si tiene razón…
-Todo cuanto esperas de ellos te mantiene unido a ellos en esa impaciente espera. El día en que no esperes nada, ni de la vida, ni de tu trabajo, ni de tus jefes, ni de tu esposa, ni de tus hijos, ni de tus amigos, ni de nada ni de nadie, ni tan si quiera de ti mismo, dejarás de sufrir.
-Entonces Maestro; ¿el sufrimiento está en la espera de aquello que esperamos que suceda?
-No tanto en la espera como si en las falsas expectativas que nos creamos por culpa de nuestro ego, y las consiguientes decepciones o alegrías que éstas nos dan. Pero son las expectativas, como te dije antes, las que nos mantienen ligado a aquellas cosas de las que esperamos algo.
Hace ya mucho años, quise entrar en una orden monástica, quería ordenarme monje, pero mi condición de esposo, padre, y demás responsabilidades mundanas adquiridas no me permitió ingresar en dicha orden; ves, ese día me llevé una decepción por no haber conseguido algo que llevaba tiempo esperando que sucediera y sobre lo que había generado unas expectativas; pues para ser admitido en dicha orden había de renunciar a todo cuanto poseía; y yo no supe, o no quise, o llamalo como quieras a la justificación que me puse para no renunciar a nada de lo que tenia, renuciar ni a mi condición de esposo, padre y demás papeles interpretativos que venía desempeñando a trtavés de mi ego en la vida; y de éste modo me quedé fuera de dicha orden.
Más aquel día la vida me enseñó una gran lección: que para renunciar a lo que tenía bastaba con renunciar a las expectativas que me había creado con cada una de aquellas cosas que me hacían creer que era poseedor de ellas.
-¿Y qué hizo?
-Abandonar todo sufrimiento generado a través de todas las expectativas que había creado hasta conmigo mismo. Acepté el hecho de no entrar en aquella orden monástica, y acepté también la idea de que nunca sería un monje. Acepté mis fracasos, mis éxitos, mis debilidades, mis virtudes, mis tentaciones, mi orgullo, mis exigencias, a mis amigos, a mis hijos, a mi esposa..., acepté al mundo tal y como era; pues dejé al mundo ser cómo es.
Entendí que no había venido a cambiar nada, ni tan si quiera a mi mismo, sino que había venido a contemplarme tal y como era libre de todo ego, libre de toda conciencia apegada al cuerpo y a la materia.
Ni tan siquiera generé nunca más falsas expectativas acerca de mi evolución espiritual. Acepté mi imperfección y la de los demás como parte de una evolución consciente de un Todo fraccionado en partes.
-¿Y?
-Y que todo cambió. La mente cambia según cambia nuestra manera de pensar. Al cambiar nuestra mente, cambia nuestro entorno. El entorno donde nos desenvolvemos facilita la predisposición a la evolución consciente de nuestra Conciencia. Y una Conciencia que toma consciencia de si misma a través de la meditación se acaba disolviendo en la Conciencia Cósmica de la que proviene.
-¿Y cómo puedo yo, Maestro, deshacerme de todas las expectativas que me he creado con todo lo que me rodea?
-Empieza por dejar que las cosas sucedan tal y como tienen que suceder en vez de intentar hacer que sucedan cómo a ti te gustaría que sucediesen; pues ése cómo a ti te gustaría que sucediesen es la manera de actuar de tu ego.
Simplemente observa cómo suceden; el observador, el eterno observador, es tu alma; pues tu alma tan sólo observa, jamás se implica en éste drama Cósmico.
Deja de generar tantas expectativas contigo mismo y con el mundo que te rodea, pues quién las genera es tu ego; simplemente Se Tú mismo desde lo más profundo de tu Conciencia: tu alma; fúndete en la Conciencia Cósmica de la que provienes ejercitando la observación a través de la meditación. 
Y, siempre has de recibir con la misma ilusión y la misma alegría lo que la vida te da y lo que la vida te quita; pues advierte en ti, hijo mío,  que estás aquí de paso y que todo cuanto tienes es prestado.

Kriya Yogui Rafael Santamaría