viernes, 18 de septiembre de 2015

MI CASA; original de Rafael Santamaría

MI CASA
En cierta ocasión entraba yo por la puerta de mi vida al salón de mi pasado, cuando vi que sin darme cuenta (sin ser consciente de ello) me había dejado la luz encendida (la del salón).
Con razón los recuerdos no se me iban de la cabeza - pensé - tanta atención puesta en ellos con aquella luz los había mantenido "encendidos".
Y tal fue la intensidad del alumbrado, tal fue la intensidad de la atención, que dos de las bombillas que tiene esa lámpara del salón se fundieron. Demasiadas horas encendidas para tan poca potencia es lo que tiene; pues una bombilla es un "canal" de luz, no es nunca la LUZ misma; y quien redirige su luz, su atención, hacia afuera, hacia el mundo siempre cambiante de las formas, antes o después acaba con alguna bombilla de su sentido común fundida.
El sentido común no es más que la manifestación del "intelecto" del alma en el ser humano.
Entiende que las cosas no requieren de un razonamiento, sino de sentido común.
Me senté en el sofá de la nostalgia y encendí el televisor para ver las imágenes que echaban en alguno de los canales mentales donde uno siempre encuentra algo que ver para entretenerse. Eso es el pasado; y siempre lo estamos viendo, siempre lo estamos haciendo.
Nos pasamos la vida viendo ese pasado, o en su defecto, entramos en el dormitorio del futuro, y dormimos pensando en lo que nos puede pasar con la luz de la conciencia apagada, y tapados hasta arriba por las sábanas del miedo; los hay también que se tapan con el edredón de la pasividad y hasta con la colcha de las justificaciones argumentando que hace más frío del que hace en realidad (se engañan a sí mismos). Esas son nuestras mentiras. Todos mentimos. Y el ego se vale de nuestras mentiras para hacerse todos los días con nuestro control.
A veces a media noche (en nuestra vida) nos entran ganas de ir al baño.
El baño debería ser un lugar de culto a la limpieza de la mente y el cuerpo; pero por culpa de los espejos, es decir: de fijarnos siempre más en los defectos de los demás que en los nuestros, que no dejan de ser los mismos sólo que en nosotros no los vemos, el culto a la limpieza se ha convertido en un culto a la belleza física y en un altar al cuerpo físico. Por éso hoy en día al entrar en el baño de cualquier casa te encuentras en los armarios y en las repisas los secretos de la belleza física que unas veces la gente esconde, y otras, los deja a la vista.
Los hay también que como no pueden dormir y están hartos de ver tanta tele mental mitigan en la cocina el ansia que les produce pensar en lo que les puede pasar mañana.
La cocina ese lugar donde se deberían mezclar todos los ingredientes necesarios a nivel físico, mental y espiritual para llevar una vida sana.
Pero qué es una vida sana?
La salud se alcanza cuando nuestro cuerpo no tiene que sufrir las enfermedades que nos hace padecer nuestra mente por culpa de no saber escuchar o no hacer caso a nuestro corazón.
Al alma no se la puede "sentir", por eso Dios creo el corazón, para acercarnos al alma a través de sentimientos puros.
Pero el hombre cocinó, es decir: llevó, el corazón a la mente y creo los menús mentales, es decir: programas mentales con los día a día entramos en el "modo automático" de la mente.
Ya nadie, o muy pocos, pasan horas cocinando sus pensamientos al fuego lento de la auto indagación o conocimiento de uno mismo.
Todo está precocinado. Todo son alimentos (pensamientos) elaborados. Ya nadie cocina: piensa, por sí mismo.
La comida rápida: el estrés; y el comer fuera de casa (el vivir fuera del alma): el llevar una vida superficial al no hacer diariamente una retrospectiva acerca de nosotros mismos en el silencio del fuego lento de la meditación, ha conseguido que nos alimentemos sólo de ego.
Una vez salí a la terraza pensando que allí fuera vería a Dios. Pero el balcón de una casa sólo ofrece vistas panorámicas de lo que ocurre fuera, y aunque Dios está presente en todas las cosas, al no tener una forma concreta es mejor buscarle dentro de casa.
Medita.
Rafael Santamaría