domingo, 28 de junio de 2015

LA HISTORIA DEL HOMBRE QUE DEMOSTRO A DIOS SABER AMAR A SU MUJER; original de Rafael Santamaría

- Señor sé que Tú me lo has dado, y que es justo y lógico que Tú me lo quites - así rezaba aquel hombre cada noche. Llevaba haciéndolo toda una vida. - por eso sólo te pido un día más a su lado- Sabia la suerte que tenía por amanecer cada día al lado de la mujer que amaba - Y si no estuviera en tus planes que así fuere, dale a mi corazón la misma entereza y valentía que siempre me has dado para seguir amándola aún cuando estos ojos míos ya no la vean.
Y Dios, que escucha más que habla, oyó y dijo en silencio: por fin alguien que sabe amar!
Pero quiso Dios poner a prueba aún más el amor de aquel hombre, y así envío la enfermedad al cuerpo de aquella mujer. Mas aún cayendo enferma el desánimo nunca reinó en el corazón de aquel hombre que rezaba:
- Gracias Señor por permitirme un día más cuidar de mi esposa en vez de llevártela - Y Dios asombrado por la naturaleza del corazón de aquel hombre quiso comprobar hasta dónde llegaba su amor.
Entonces Dios envió a la muerte con ordenes expresas de que no se la llevará, pero si que se quedará por un tiempo al lado de aquella mujer.
Pero el inagotable amor que reinaba en el corazón de aquel hombre se sinceraba con Dios rezando:
- Señor, sé que la muerte está aquí, que nos visita cada día, pero también sé que si Tú hubieras querido ya te la habrías llevado. Gracias de nuevo por permitirme pasar éste nuevo día a su lado - Y Dios, no pudiendo dar crédito de lo que oía, se materializó en el cuerpo de una bruja alquimista para hablar con aquel hombre.
- Buenos días buen hombre - dijo aquella "bruja" después de que le abriera la puerta de su casa aquel hombre - me he enterado que tenéis en vuestra casa una mujer gravemente enferma. Quizá yo pudiera ayudaros. Tengo la fórmula de ciertas pociones mágicas que revierten estados donde para los médicos la muerte es inevitable.
- Tu ayuda es bien recibida mujer, pero entiende que tus pócimas y tu magia no tienen más poder de sanación que el que Dios ópera a través de ti.
- Quieres que la cure o no?
- Sí lo quiere Dios...
- Cómo puedes tener tanta fe en Dios si no le puedes ver? - preguntó la "bruja"
- Quién te dice que no le estoy viendo?
- Y dónde está ahora?
- Donde siempre ha estado. A mi lado.
Y sin entrar en la casa, al irse la bruja la mujer sanó.
- Qué me ha pasado? - le preguntó la esposa al regresar la salud a su vida - Hoy Dios estuvo más cerca que nunca de nosotros.
- Por qué lo dices?
- Porque ésta vez no fui yo el que hable con Él, sino Él conmigo.
Y Dios dejó que el amor de aquel hombre matuviese por siempre vivo el corazón de su mujer.
Y el tiempo pasó; y los años envejecieron los cuerpos de aquellas dos almas.
Mas antes de morir el ya anciano hombre le preguntó su mujer:
- Y quién cuidará de mi ahora si tú te vas?
- El mismo que cuidó de ti cuando creías que era yo el que lo hacia.
Y viendo Dios el talante que aquel hombre mostraba incluso ante su propia muerte, quiso reunirlos a ambos en el cielo para nunca separar lo que su amor les había unido.
Mas su historia hasta dónde yo sé llega hasta aquí, pues lo que sucedió en el cielo ya sólo ellos y Dios lo sabe.
Rafael Santamaría

martes, 23 de junio de 2015

MEDITA; original de Rafael Santamaría

A veces la escuela del aprendizaje nos lleva a través de inhóspitas circunstancias a vivencias aparentemente dramáticas donde nuestra mente juega un papel importantísimo a la hora de evidenciar la madurez de nuestra conciencia.
De lo que se podría llegar a deducir que según es la madurez de la evolución de nuestra conciencia así nos tomamos o vivimos las circunstancias que nos acompañan en nuestro día a día.
Y cómo evoluciona nuestra conciencia?
Cuando la mente se interoriza se produce una apertura en el campo de nuestra visión, en nuestro modo de ver y vivir las cosas, es decir, adquirimos una perspectiva que nos permite distanciarnos de la sensación de que todo lo que sucede va con nosotros o contra nosotros (nos creemos los protagonistas absolutos en la vida de los demás, nos vemos así de importantes: ego) de ésta forma empezamos a poder ver las cosas realmente como son, y no como las vemos nosotros la mayoría de las veces debido a nuestro deambulante y desequilibrado estado emocional y/o mental.
Al tomar distancia nos separamos del drama, de la negatividad con que muchas veces vemos las cosas, es ahí cuando las circunstancias se vuelven más relativas que nunca, y es entonces cuando nos damos cuenta de que somos nosotros, a través de "la óptica " de nuestra mente, quienes elegimos en todo momento cómo queremos vivir las cosas.
Sirva éste ejemplo:
Imaginemos que la mente, nuestra mente, vive en la calle porque no encuentra un hogar, su hogar; entonces VIVIRÁ FUERA, en lo EXTERNO.
Sí la mente vive fuera, a la intemperie, se mojara, pasará frío, se sentirá sola, etc, es decir, estará a merced de las circunstancias; pero si la mente vive DENTRO, si la mente vive recogida en el interior de cada uno de nosotros, la mente se sentirá acogida, cálida, cercana, en paz,..., es decir, se sentirá como en casa porque habrá encontrado un hogar, su hogar.
Una manera de interiorizar la mente es meditando.
Medita.
Rafael Santamaría

lunes, 22 de junio de 2015

MI MAESTRA; original de Rafael Santamaría


En cierta ocasión, al terminar una meditación un amigo y compañero de meditación me enseñó la foto de nuestro Maestro Paramahansa Yogananda con gran entusiasmo. La llevaba en su cartera; y la miraba con tanto fervor, que me dio envidia no tener esa gran pasión por el Maestro en aquel momento. Le sorprendió mucho que no llevará una foto del Maestro, ya que yo era quien le había "invitado" a conocer de cerca las enseñanzas de Paramahansa Yogananda.
Aquello me dio que pensar. Me faltará devoción? - me pregunté.
Me fui cabizbajo a casa.
No había tenido lo que nuestro ego juzga o etiqueta como un buen día; y aquella experiencia parecería que había sido el punto y final a tan desastroso día.
Pero no sería así; aún me quedaría un gran lección por aprender.
Llegué a casa con la sensación de no estar muy convencido de ser un buen discípulo de aquel místico o santo hindú (Yogananda), porque..., ya que erraba en mi vida continuamente podía al menos compensarlo con una gran devoción hacia alguien que de alguna manera intentaba ayudarme a enmedar mis errores a través de una mayor apertura de mi mente, y por ende, de mi conciencia. Y nada más abrir la puerta mi hija "me soltó una de las suyas"
Venia con la "moral" muy baja y por un momento caí en el error de enfadarme, es decir, de darle la razón a mi ego. Entonces me di cuenta que no debía "entrar al trapo" a los comentarios de hija; y acto seguido descubrí que ella, después de que lo fuera su madre en su día, era mi gran maestro en aquel momento de mi vida, pues ella era la persona que continuamente me ponía a prueba para ver si era capaz de mantener mi paz siempre y en todo momento.
Entonces rápidamente abrí mi cartera y la vi a ella, a mi hija (llevaba una foto suya); entonces mirándola a la cara le sonreí. Ella no entendía nada, seguía "picandome", pero ésta vez, como muchas otras veces, no entré en su juego, no entre en su energía provocadora.
Sin embargo reconozco que sigue siendo mi gran Maestra, pues ella me indica que puntos de mi ego aún debo trabajarme.
De regreso un día al centro de meditación me senté al lado de mi amigo y compañero para meditar junto a él. Después de la meditación le enseñé la foto de mi hija.
- Mi Maestra - Él se sorprendió. Me miró a los ojos y antes de que pudiera decirme nada, poniéndole mi mano en su muslo le dije - Nuestro Maestro me ayuda a encontrar la paz que todos llevamos en el interior de nosotros mismos, pero entiende que es mi hija quien me ayuda a saber qué cosas aún me hacen perder esa paz.
Rafael Santamaría

domingo, 21 de junio de 2015

EL AMOR CONQUISTA SOLO; original de Rafael Santamaría


En cierta ocasión surgió la polémica entre mi hijo y yo. Hablábamos de cómo "conquistar" el corazón de una persona. Era obvio que alguien le gustaba e intentaba "ganarse" a esa persona.
- ...Sí la persigues e intentas conquistarla de todas las maneras posibles, eso no es amor hijo mío, te las estás intentando ligar.
- Hablo - está en la edad del "pavo" y a veces te suelta cada contestación que para no entrar en discusiones hago como que no le he oído.
- Cuando entiendas que conquistando un territorio no te ganas por completo el cariño la simpatía y el amor de sus habitantes entenderás entonces que toda conquista tiene siempre los días contados.
- Ya está con sus sermoncitos. A la, cuelgalo en facebook a ver si alguien le da a me gusta. Y a ver, entonces tú qué harías?
- Yo no haría nada, porque en cuanto hago algo, ya estoy haciendo lo mismo que tú: estoy intentando conquistar.
- Y qué hay de malo en éso?!
- El amor, hijo mío, conquista por si sólo sin la necesidad de que nosotros, nuestro ego, intervenga a través de tácticas y estrategias que sólo conducen a ganarte a una persona sin todo tu amor.
- Y no se puede conquistar a una persona con amor?
- Sí, claro, claro que se puede, pero entonces no se conquista nada, porque entiende que el simple hecho de hablar de conquista lo que te sugiere a nivel subconsciente es que "aquéllo" que has conquistado es tuyo, te pertenece, y ninguna persona: ni tus hijos, ni tu esposa, ni tus amigos, son nunca tuyos. No te pertenecen.
Debes dejar que el amor surja por si solo, que salga a escena en el momento adecuado: cuando le toque interpretar su papel en tu vida; y será entonces en ése instante cuando lo que tenga que suceder acontecerá en tu vida de forma natural y espontánea. Pues entiende hijo mío que en el escenario de tu intentó por conquistar a una persona aparecerán siempre tus argumentos y tu guión, es decir: tu ego: programaciones mentales previsiblemente impuestas durante tu apredizaje en esta vida, y que a buen seguro lo único que conseguirán es dramatizar la singular manera en la que procediste a amar a una persona.
- Entonces dejo que se vaya y ya ésta?
- Qué se vaya a dónde? hijo mío. No ves que no se va a ningún sitio? Sólo te inquieta la sensación de que algo que te gusta no es tuyo. Debes apartar de ti éste sentimiento egoísta si de verdad quieres que algún día el amor llame a tu puerta.
- Bueno mira por el momento voy a seguir mi táctica y si veo que falla utilizare la tuya.
- Lo mío no es ninguna táctica, hijo mío. Pero es cierto que has de seguir tu propio camino para poder encontrar tu propio aprendizaje. Así que ve, y conquista el corazón de esa chica. Yo siempre estaré aquí, pero no para reprorcharte con un: "te lo dije", sino para escucharte.
Rafael Santamaría

martes, 9 de junio de 2015

NO SIEMPRE FUI FELIZ; original de Rafael Santamaría

No siempre fui feliz.
Hubo una época en que no sabia bien quien era.
Supongo que de ahí nació aquella infelicidad que me mantenía preso en la forma en cómo vivía mis propias circunstancias y sus experiencias.
Pero su día entendí que sería mi propia cárcel la que me daría la libertad, una libertad que pasaría por aceptar mis circunstancias para así poder aprender de ellas y liberarme de ésta forma del yugo con el que mi mente no hacia más que retenerme en un bucle, en una espiral sin salida, donde los pensamientos son, o eran, los muros de la fortaleza donde me creía atrapado.
Así descubriría una libertad en forma de gozo (de dicha eterna) más allá de mi mente, de mis pensamientos, de mis creencias, más allá de todo con lo que me había identificado. Así me descubriría a Mi mismo.
El yogui en comunión con la infinita Conciencia es como ese bote que surca la inmensidad de los océanos sin hundirse en sus aguas (pues el drama del hombre mundano es que su bote hace aguas debido a sus pensamientos y de ésta manera se hunde ante las circunstancias)
El yogui contempla el mar (el mundo) y lo disfruta en su vasta extensión, pero jamás permite que ni una sola gota del agua del mundo de la dualidad en su expresión a través de la vida y sus circunstancias penetre en la balsa de la inmensidad de su gozo interior.
Se tú alma hermana como ese yogui que disfruta de la plena satisfacción del siempre bienamado gozo interno que todos llevamos dentro.
Medita.
Rafael Santamaría