domingo, 20 de julio de 2014

EL ESPEJO; original de Rafael Santamaría



Ajeno a tu perspectiva mental del bien y del mal, ajeno al carácter que constituye tu personalidad, ajeno a todo lo que te produce dolor, enfermedades o por el contrario bienestar, ajeno a todo éso y mucho más se encuentra una paz que mora en ti, la cual no conoces no porque no esté presente ti, sino porque hasta ahora no te has tomado la molestia de conocer.
Esa paz no es más que el espejo donde Dios se observa cuando se contempla a sí mismo a través de ti. 
Cuando ése espejo se vuelve hacia los demás, hacia lo externo, nuestro ego no permite que nuestra paz interior se manifieste: no permite que haya paz a través de los juicios y opiniones que vertimos sobre los demás, y por ende, de ésta manera nuestro ego no permite que Dios se contemple a través de nosotros: que Dios se manifieste a través de nosotros; es entonces cuando nos vemos reflejados en los demás sin darnos cuenta de que los defectos que tan tajantemente rechazamos en los demás a modo de crítica, o las virtudes que tanto admiramos y ensalzamos en otros no son más que nuestros propios defectos o virtudes reflejados en el espejo que proyectamos cuando nos contemplamos en los demás: cuando nos proyectamos en lo externo. 
Sin embargo, cuando nos contemplamos a nosotros mismos nuestro espejo se interioriza, y cuánto más profunda se vuelve ésa contemplación a través del más incólume silencio interior, más nítido es el reflejo de Dios en el espejo de nuestra calma interna.
Quien mantiene ésa calma interior en éste mundo lleno de tribulaciones conoce a Dios, y por ende, Dios le conoce a él. 
Somos como espejos que cuando se enfocan en lo externo sólo conocen o proyectan lo externo, y viven en el limitado mundo de los pensamientos originados a través de una mente obtusa dominada por nuestro ego; ése espejo entonces se vuelve opaco a una luz interior que vive en cada uno de nosotros y que es el reflejo del espíritu de Dios en nosotros.
Pero cuando ese espejo se interioriza, del basto mundo interior enama una luz que hace de nuestro espejo un reflector de paz a la vez que se vuelve traslúcido e inmutable ante la dualidad y las tribulaciones que constantemente nos asaltan en éste mundo material. Nada te perturba entonces, y ya nada te puede perturbar.
Sí sólo ves lo que quieres ver, tú espejo, tú mente, está limitado por tu forma de pensar. Cuando el espejo, la mente, se limpia de todo pensamiento, la mente no conoce límites porque en ése espejo, en ésa mente, todo se refleja (y no sólo una parte: la parte que tu ego quiere ver, la parte que tu ego quiere o le interesa que se refleje); y será entonces cuando tu espejo no conocerá los límites impuestos por el ego, y será entonces cuando tú espejo se hallará preparado para reflejar la gozosa paz interior que anida en ti.
Sí pudiéramos conocer la paz que hay en todas las cosas, conoceríamos a Dios.
Si pudiéramos vivir en él corazón de todas las cosas, viviríamos en Dios.
Rafael Santamaría