miércoles, 14 de septiembre de 2016

A TI TE DIGO; original de Rafael Santamaría

No te quedes en tu isla desierta, allí donde los víveres de la verdadera felicidad escasean. Mejor construye la balsa de la esperanza con los troncos de tu esfuerzo, y hazte a la mar ahora que aún ves el horizonte espiritual que deseas alcanzar.
E iza la vela mayor de tu intuición para surcar el ancho mar de la ignorancia que te rodea; pero mientras cruzas el océano de tu ego, permanece atento en constante meditación para no sucumbir ante el fuerte oleaje de sus tentaciones; pues el viaje será largo y el tiempo estará revuelto.
Ten fe pues en tu timonel: tu corazón; que lo que te aguarda es cien veces mayor que lo que ahora tienes.
Y aun teniendo buena mar, recuerda que los piratas de tus malos hábitos siempre andarán al acecho para recuperar su botín: Tú.
Y no sigas la cartografía de otros, que aun teniendo todos el mismo Destino, cada uno ha de llegar a Él por diferentes caminos.
Dejate guiar siempre por lo que intuyes que sabes para poder alcanzar la orilla del Conocimiento.
Y no siembres más dudas en tu isla desierta, o los primeros brotes de tus miedos no te permitirán nunca hacerte a la mar en busca de conocimiento.
Se pues como ése capitán que tomando el mando de su mente consigue llegar a buen puerto en medio de una tempestad emocional.
Y espera a que las aguas estén mansas de las emociones que generan tus pensamientos si de verdad ansias ver por ti mismo cuan profundo es la oscuridad de tu ego.
Y no lleves más tripulación que tú mismo, que lo que en la otra orilla te aguarda, nos espera a todos por igual; y es el alma de cada uno la que ha de alcanzar su propia orilla divina y espiritual.
Rafael Santamaria

miércoles, 7 de septiembre de 2016

EL CAMINO; original de Rafael Santamaría

Has de pasar por la noche más oscura, la más tenebrosa, y la más lúgubre antes de poder ver el sol;
has de sentir el vacío más profundo y la soledad más dolorosa antes de conocer la perfecta compañía;
has de hervir sobre las aguas de tus propios miedos para descongelar así tus inseguridades;
has de sentir en toda su magnitud la debilidad, la frustración y el olvido para vencer la angustia;
has de perderte y andar perdido para conocer bien cuál es tu camino;
debes convivir diariamente con quien pueda herir a tu ego para conocer bien cómo sanar esas heridas;
debes luchar temiendo tus fuerzas pero sin darte tregua alguna para enfrentándote a ti mismo hallar gloria en tu contienda.
Nadie dijo que fuera fácil, pero tampoco es difícil, tan sólo es parte del camino.
Rafael Santamaria

viernes, 2 de septiembre de 2016

MAESTRO...; original de Rafael Santamaría

-Maestro; ¿cómo le gustaría que fuera su vida?
-No deseo que sea de ninguna manera, pues cualquier circunstancia que contraviniera mis deseos de cómo desearía que fuera mi vida me haría sufrir. Acepto mi vida tal cual es.
-¿Cómo le gustaría que le amasen?, Maestro.
-Prefiero enfocar mi atención en cómo me gustaría poder y llegar a amar.
-¿Hay alguien que ocupe ahora mismo su corazón?, Maestro
-Nadie puede ocupar algo que no está hecho para ser ocupado.
-Bueno, me refería a sí hay alguien especial en su vida.
-En mi corazón hay sitio para todos. Todo el mundo es bienvenido. Por eso sí hay alguien especial en mi vida es todo aquel que se cruza en mi vida.
-¿Y si la persona que se cruzase en su vida fuera mala?
-Nadie llega a tu vida sin previa invitación. Todo el que llega a tu vida es para enseñarte algo; y todo el que se va de tu vida es porque ya no tienes nada más que aprender de él.
-¿También se puede aprender cosas de la gente mala?, Maestro
-Tantas como todas aquellas cosas que tengas en sintonía con la maldad de la persona que tienes que aprender.
-Maestro, ¿por qué aprendemos antes lo malo que lo bueno?
-Porque nos es más fácil, ya que nuestra energía se ha dejado imantar social y culturalmente hacia el lado negativo de las cosas.
-Y Maestro, ¿cómo puede encontrar paz en este mundo?
-No buscándola en éste mundo.
-¿Y en qué mundo la busca?
-En el mio propio.
-¿Y cuál es su mundo propio?, Maestro
-Mi alma.
Rafael Santamaria