miércoles, 16 de octubre de 2019

QUIEN TENGA OÍDOS PARA OÍR QUE OIGA; original de Rafael Santamaría




El Atman, el Íntimo, el UNO, duerme en las profundidades de la conciencia; allí donde él mismo es conciencia.

Duerme preso de un sueño mental cautivado por los engaños del ego. 

La parasitacion de los pensamientos no le dejan despertar. 

El luto del alma se manifiesta a través de las continuas crisis emocionales que padecemos y el desorden existencial, o caos de identidad, que sobre vuela constantemente nuestra energía vital o aura. 

El corazón nos habla, pero nos habla en un idioma descatalogado por los embrujos del ego. 

El ego no tiene magia, la magia está en el corazón y el alma es el mago, pero los trucos del ego son muy buenos, tanto es así, que la mente se los cree, y creyéndoselos, da por hecho que el ego es el mago.

La oscuridad es palpable dentro de las tinieblas de la mente siempre confusa, pero el constumbrismo nos hace creer que esa confusión es la única realidad que existe, de ésta forma, los pensamientos negativos nos asaltan una y otra vez comandados por el miedo y la falta de seguridad en nosotros mismos. Ambos generales, el miedo y la falta de seguridad en uno mismo, a las órdenes del ego, capitanean su marcha triunfal hacia la conquista del último asentamiento de la conciencia que aún no se ha visto sometido por el impostor ego, o pseudoalma.

Pero un pequeño batallón a las órdenes de la viva conciencia de Dios en nuestro corazón, comandado por la fuerza más poderosa que existe: la voluntad (la fuerza de voluntad) resiste los continuos asedios de estas fuerzas oscuras.

La lucha es encarnizada. 
El cuerpo físico, el más físico de todos los cuerpos que tenemos, padece un y otra vez las terribles enfermedades que se manifiestan en él, dado que él (el cuerpo físico) es el campo de batalla elegido para tan singular contienda. 

Quien conquiste el cuerpo físico, y a su general, la mente, se habrá hecho con el poder de la conciencia y su trono: el Atman. 
Quien tenga oídos para oír que oiga. 

Rafael Santamaria