martes, 29 de julio de 2014

LA LIBERACIÓN; original de Rafael Santamaría

 No eres más que una conciencia llena de apegos que intenta deshacerse de sus lazos corpóreos a través de la realización espiritual que acomete cada día con las experiencias que le marcan la pauta del aprendizaje a seguir para liberarse de su ego. Tu conciencia siente que está confinada en un cuerpo porque es lo que le han hecho pensar desde siempre. No ve ni siente más allá de lo que hace a través del cuerpo que habita. A ése cautiverio de constante identificación mental con el cuerpo se le conoce como ego. Cuando llega la muerte, la conciencia se ve obligada a abandonar forzosamente el cuerpo. Sin otro particular conocimiento que los apegos a la forma física que habitó y al mundo material en donde vivió, la conciencia se va de éste mundo casi como vino; pero no son sino los deseos que aún guarda la conciencia y el pobre bagaje de su aprendizaje espiritual los que la llevan a volver de nuevo al mundo material bajo otra forma, otro cuerpo distinto al que habitó por última vez, para resolver encarnación tras encarnación el entramado de su esencia. El mundo sensorial que experimenta nuestra conciencia a través de los sentidos cada vez que se encarna en un cuerpo físico, la lleva una y otra vez a consumir la energía vital (de la que principalmente se alimenta nuestro cuerpo físico) en el campo emocional de la vida, gobernado éste por nuestras reacciones. Para nuestra conciencia apegada al cuerpo (ego) nada es indiferente, pues todo se lo toma a título personal haciendo de cada situación de la vida un acontecimiento especial al juzgarlo desde una perspectiva mental asociada a su forma de pensar. Expresándose (y también no expresándose: "tragandoselo") a través de las reacciones, el mundo emocional en el que vive nuestra conciencia es todo su mundo; un mundo lleno de altibajos difícilmente gobernable por una mente inquieta subordinada al juicio y la opinión. Sumisa a sus propios instintos emocionales nuestra conciencia cae una y otra vez en el arquetipo de la reacción condenandose así al exilio del mundo espiritual del que procede. La conciencia va a la deriva emocional a través de una mente sin control. La observación de la mente ayuda al control de tu mente. Cuando el control de la mente se torna quietud a través de la concentración, el misterio de lo que somos se revela ante nosotros como una paz interior que emana desde los más profundo de nuestro ser. Antes esa paz, el hombre primero se postra para luego más tarde erguirse al reconocerse en ella. Una vez que la conciencia del hombre se reconoce en ésa paz, el amor divino que emana de su alma inunda su corazón. En el momento en el que el amor que hay en el corazón del hombre es igual al que hay en su alma, el ego se desvanece por completo y el hombre al fin se libera de la incesante sucesión de nacimientos y muertes en las que se hallaba atrapado por su constante identificación con su conciencia corpórea.
 Rafael Santamaría