lunes, 5 de mayo de 2014

MEDITA TÚ TAMBIÉN; original de Rafael Santamaría


Deberías meditar para sentir la paz que hay dentro de ti; una vez que consigues sentir esa paz, deberías intentar mantenerla (esa paz) siempre y en todo momento; así, cada vez que meditarás tu paz seria más y más profunda; y cuanto más profunda fuese esa paz, más cerca estarías de alcanzar el Reino de los Cielos, o Reino de la Paz Interior. 
Cuando un devoto hace de su Paz Interior su morada, dicho devoto, aunque está sujeto a las variaciones que modifican constantemente la naturaleza y los acontecimientos que rodean a ésta naturaleza (porque vive en ellos), dichas variaciones no le afectan; pues el mundo dual y el mundo de las emociones sucumben ante el estado de gozo que supone vivir en la profunda dicha inmortal de la paz interior que anida dentro de cada ser humano.
Quien no vive en esa paz (interior), y mucho más, quien no conoce esa paz interior, está siempre sujeto a la dualidad y variabilidad del mundo fenomenico (de los fenómenos), y a las modificables y siempre cambiantes estructuras mentales que pasan por su cabeza (pensamientos) en virtud de sus deseos y a sus consiguientes vibraciones energéticas: las emociones; o dicho de otra manera, estará sujeto a las convulsiones energéticas con las que un pensamiento manifiesta su torrente energético vibracional a través del cuerpo humano en el que se manifiesta; para más tarde, cuando la emoción se hace "ingobernable", la enfermedad aparece.
El hombre que emite una opinión, sea cual fuere, está sujeto a las consecuencias de esa opinión, ya que ella (la opinión) proviene de un esquema mental que contribuye a gestionar unos hábitos mentales (es la pescadilla que se muerde la cola); pero quien evite opinar guardándose de todo juicio no estará sujeto ni a patrones ni a reglas de conducta impuestas por su forma de pensar (de enjuiciar), ya que no tiene.
El "Observador", observa en todo momento sin ánimo
de juicio. Todo lo comprende porque no busca sacar una conclusión de cada cosa a través de sus juicios. No necesita "etiquetar" (enjuiciar) las cosas para creer que las comprende; que las comprende, claro está, desde su punto de vista (desde su perspectiva juiciosa)
El hombre que enjuicia necesita de sus juicios para etiquetar cada cosa, y así, etiqueta y acaba enjuiciando hasta su propia vida; siendo víctima de sus propios juicios; juicios que no son sino estructuras mentales arraigadas en formas de pensar tan sumamente rígidas e implantadas en ellos que prácticamente se manifiestan inconscientemente, es decir, que se manifiestan sin que el sujeto que emite el juicio o pensamiento sea consciente de ello: de que está emitiendo un juicio (lo ve algo normal: lo hace de forma inconsciente) 
Cuando alguien pregunta la edad normalmente lo hace para clasificar (etiquetar) a la persona sobre la que pregunta la edad en un rango previamente establecido por él que obedece a una estructura mental creada por su ego.
El "Observador", aquel que sólo observa, no pregunta la edad de la persona que está conociendo (o no le pregunta la edad con ánimo, con la intención, de etiquetarla) porque la está conociendo justo gracias a éso: a que no la ha enjuiciado previamente desde ninguno de los parámetros con los que la podría etiquetar; pero para poder ser como el "Observador" hay que practicar la observación lejos de todo juicio y/o actividad mental; hay que practicar la mera y simple observación; y una de las maneras más eficaces de practicar la observación es meditando: es enfocando nuestra atención en la observación de "Nosotros Mismos" en vez de entregar nuestra atención a nuestros pensamientos (o juicios)
El meditador observa la actividad de sus pensamientos, pues es consciente de ella (circunstancia ésta que en la vida diaria de una persona que no medita no se da) pero no le entrega su atención a dicha actividad mental, sino que pone el enfoque de su atención allí donde mora la energía que sustenta la verdadera vida: en el eje de la columna vertebral. A base de no entregar su atención a dicha actividad pensante, la actividad mental "muere", o desiste, por falta de atención, ya que el alimento de cada pensamiento es la atención que se le presta. 
El meditador consigue así desbancar al ego del trono que por derecho propio le pertenece. Una vez que el meditador es de nuevo dueño y señor de Sí mismo ve la vida como lo que verdaderamente es, y no como sus patrones y estructuras mentales se la habían diseñado para él basándose en juicios y parámetros totalmente egocéntricos: patrones mentales que giraban en torno a su ego.
Cuando el meditador se libera de su ego ya no ve ego en los demás (no ve su ego en el espejo que son los demás para él), sino que se ve a Sí mismo en los demás; un Sí mismo cargado de la verdadera naturaleza de la que se compone: Amor. Viendo el mundo desde esa nueva perspectiva: el amor, nada se hace censurable, nada se hace merecedor de una opinión, ni está sujeto a juicios.
Como ves no estaba en ningún sitio, tan sólo estaba meditando, es decir, viéndome y viendo el mundo con otros ojos: con los del Amor.
Medita tú también.
Rafael Santamaria