viernes, 10 de julio de 2020

EL MIEDO; original de Rafael Santamaría

Es muy difícil vencer el miedo, y es mucho más difícil cuando este miedo se mete dentro, pues cuanto más dentro se mete, más se interioriza, y más forma parte de las creencias de cada uno.
 
Las creencias que están basadas en los miedos se denominan limitaciones.

Si uno sólo cree en sus miedos estará perdido. 

El camino es cierto que está lleno de obstáculos, pero tener miedo sólo es una opinión. 

Si alguien te toca la fibra del miedo, y sabe tocártela bien, estarás a merced de cuánto miedo quiera meterte esa persona en el cuerpo.

El hombre puede resistirlo todo, puede inclusive resistir hasta la tentación, pero el miedo, el miedo es lo que le hace vulnerable, pues es lo que hace que nuestra alma se identifique con las limitaciones del cuerpo, y ante ese miedo, el hombre poco sabe, pues no sabe ni luchar ni huir, se queda inmóvil.
Esto es lo único que ha demostrado aprender el hombre de sus miedos.

El miedo es ancestral, anterior al pecado original. 
Era un instinto latente que cobró vida cuando se perdió la fe, cuando se perdió la confianza en la intuición.

Los que conocen el comportamiento del miedo se aprovechan de él infectando a la gente a través de una leve, pero letal, inseguridad.

La inseguridad crea incertidumbre, y la incertidumbre llama a las puertas del miedo.

No hace falta pues sembrar directamente el miedo, basta con plantar la semilla de la inseguridad.

Si la inseguridad es constante, la incertidumbre crece sola a través de las múltiples dudas que asolan la mente del hombre.

Cuando el miedo da paso al pánico, la voluntad: la fuerza de voluntad del hombre, se detiene.

La inmovilidad convierte al hombre en un ente, pues sin un rumbo, sin ideas, el hombre se hace más fácil de controlar.

Cuando la idea que predomina en la persona es el miedo, el hombre no piensa, sólo siente miedo en sus distintos formatos.

Con ese sentimiento el hombre se olvida de todo y sólo se centra en: "a ver si pasa el miedo".

Pero el miedo no pasa, nunca se va, sólo desaparece cuando se le vence 

El no prestar atención a tus miedos no es sinónimo de haberlos vencido.

Al miedo hay que identificarlo, conocerlo, y derrotarlo.

Vencido uno aparecerán otros, cierto.

Los miedos se ayudan unos a otros con el único fin de mantener el miedo vivo en el cuerpo.

El ego es quien es gracias a nuestros miedos.

Quien vence todos sus miedos ha superado la prueba de la vida. 

El alma se libera entonces de los pensamientos que la atormentan  a través de las limitaciones de la mente recuperando la libertad intuitiva de la conciencia.

Así pues alma hermana, cuando ores, di:

Bienamado Padre, que cuando ore, no lo haga con miedo o por miedo, sino para demostrar que ningún miedo jamás podrá apartarme de Tí, pues sé que no me creaste para tener miedo, sino para enfrentarme a él, una y otra vez hasta vencerlo, dando fe así del poder de tu gloria.

No hay miedo que me aparte de Ti, bienamado Padre, sino y más bien, todo miedo me acerca más a tu presencia, pues una vez el miedo perece a manos de la voluntad de mi alma, Tú te me revelas, cada vez con más firmeza, como la única e indiscutible Verdad.

Rafael Santamaría