domingo, 3 de enero de 2010

LA HUMILDAD DEL SILENCIO: original de Rafael Santamaría


Así como hay una Verdad concerniente a todos, así hay un silencio que la protege; así como mora en cada uno, así es como pertenece a todos. El que sabe callar, oyé; el que sabe escuchar, habla.
A vosotros:
"Hubo una vez un hombre que nunca decía nada; todo lo más respondía cuando le preguntaban; si bien es cierto que su aspecto era tan intimidador que nadie se le acercaba. Pero un buen día una mujer se le acercó para oirle hablar, y él apenas habló, pues no sabía de qué hablar; la mujer insistió en la conversación, y aquel hombre, correcto en su educación, le dio lo poco que sabía de conversación. Pero fijose aquel hombre que aquella mujer era despierta a su voluntad interior, e indagando más, observó que su tema de conversación no obstruía la ciencia del pensar; así pues, reanudando toda conversación atrasada quiso conversar con ella, y en visperas de hablar con la sensibilidad del sentimiento, se identificó como poeta de Dios; pues en verdad, no sabía hablar de otra cosa que de la inteligencia del Creador, a la que identificó como amor. Y entonces habló, y habló tanto, que sorprendió a todos aquellos que creían que era mudo o que no sabía hablar, y entre tanto asombro, no paró de hablar a aquel que le quería escuchar. Mas llegó uno que tornó el tema de conversación, y no conociendo la sabiduría de lo que se discutía, aquel poeta cayó volviendo a su silencio interior. Y de nuevo, por más tiempo selló sus labios en virtud de su conocimiento, y esperó a que de nuevo los oidos de los que quisieran oir le oyeran. Mas parece ser que no correspondiendo los días con el saber, el tiempo ilustró de vació el discurrir del hombre, y aún amonestado verbalmente por su conciencia, el hombre hizo oidos sordos y prosperó por el camino equivocado. Y aquel poeta de Dios traslado su estampa a orillas de un gran rio, y sin decir nada, continuó observando el ir y venir de los que no le escuchaban. Y allí pasó el resto de sus días sin que nunca nadie más le invitase a hablar; la prisa del que va corriendo a todos los sitios no escucha jamás el silencio de su voz interior. Mas cuentan que aquella mujer que un día le oyó hablar, muda se quedó, y nunca nadie supo explicar jamás si la falta de voz provenía de algún mal, o era un signo de retiro interior"

Rafael Santamaría
629 309 929