miércoles, 9 de octubre de 2013

AMAR ES SIEMPRE LO CORRECTO; original de Rafael Santamaría


-Maestro; ¿usted cree que algún día llegare a ver el rostro de Dios?
-Ven, te contare una historia. Ponte cómodo.
Verás, elegir bien entre lo que debes hacer y lo que quieres hacer es una de las pruebas con las que la vida más insiste a la hora de conocer la pureza de tu corazón.
Siendo así como te cuento, en cierta ocasión la vida, y no otro Maestro, quiso comprobar mis supuestos adelantos espirituales.
Por aquel entonces yo estaba casado y vivía en Madrid, y no hacia mucho que me había iniciado en la técnica del krika yoga, y aunque tenia mis sanadoras conversaciones diarias con mi Maestro Interior, aún no había visto el rostro de Dios, si es que a Dios se le puede poner un rostro. Y aunque uno siempre siente que su avance espiritual goza de buena salud, no menos cierto es que el fantasma del ego merodea constantemente por la vida adoptando las distintas personalidades que desconoces para poder volver a ser Tú; por eso es bueno recibir las bendiciones y los consejos de aquéllos que han entrado en dura pugna con su ego más veces que tú.
Recuerdo bien como por aquel entonces yo me había preparado para asistir a un evento donde unos monjes venidos de lejos repartirían bendiciones, consejos, y el renovado bautismo con la técnica del kriya yoga para todos aquellos novicios que estuvieran preparados. El evento se celebraba en la ciudad de Barcelona.
Mi vuelo salia a las 7:00 de la mañana; y yo había contratado un servicio de recogida de pasajeros que me llevaría al aeropuerto, y que pasaría por mi casa a buscarme a las 4:45 horas.
Esa misma noche, a las 3:45 horas; justo cinco minutos antes de que sonase el despertador que había dejado programado para que me despertase, mi hija vino y me dijo que le dolía la tripa. La toqué y estaba caliente. Mire el reloj y cuando vi la hora que era no me lo podía creer.
Sabia que tenia fiebre. Acto seguido fuimos al baño y empezó a vomitar. Mi viaje se estaba desmonorando por momentos. Desperté a su madre para que la atendiese, pero mi hija me miraba a mi. Me vestí, y le puse el termómetro; y justificándome viendo que la fiebre no supera los 38 grados, dejé la tarjeta del médico encima de la mesilla para que si empeoraba su madre la llevase al médico.
Llamaron al telefonillo. Habian venido a buscarme para llevarme al aeropuerto. Le di un beso a mi hija; pero no escuché de boca de su madre: vete tranquilo. Mis dudas se acrecentaban. Casi siempre había sido yo el que la había llevado al médico.
Me subí al pequeño autobús que me llevaría al aeropuerto rezando a Dios y pidiéndole que me enviara una señal para saber si estaba haciendo lo correcto.
La mirada de mi hija se había clavado en mi corazón.
Mientras el conductor hacia la ruta recogiendo a otros pasajeros que como yo iban al aeropuerto, llame a mi padre; ya que mi Padre Celestial no me contestaba, o yo no le oía, llame a mi padre terrenal para pedirle consejo. Al relatarle lo acontecido quise justificarme contándole que la enfermedad de mi hija no parecía grave, y que tenia a su madre; pero mi padre no me dijo lo que yo quería oir: vete tranquilo.
Llegué al aeropuerto sin saber qué hacer. Me dirigí al mostrador donde debía hacer el cheking, pero en vez de ponerme a la cola, como aún me sobraban unos minutos, preferí seguir rezando para ver si Dios me enviaba una señal.
Pero hijo mío, cuando la angustia se apropia de tu serenidad, tu oído intuitivo es incapaz de escuchar el suave susurro de la voz de Dios. Entonces, pensando en que Dios es siempre más importante que cualquier otra cosa en el mundo, pues es Él el que sostiene toda vida en este mundo (incluida la de mi hija), decidí depositar mi fe en Él, y con ésta firme actitud me dispuse a revisar mi equipaje por ultima vez para efectuar el cheking. Y ahí fue cuando me di cuenta que aunque lo tenia todo, me había dejado algo en casa: el corazón.
Fue entonces cuando con una tremenda pena por si me estaba equivocando, y sobre todo, por no poder recibir el mágico aliento de aquellos que saben más que tú, decidí volver a casa. De regreso en el taxi me asaltaban las dudas: "¿estaré haciendo lo correcto?; ¿y si le estoy decepcionando a Dios? Dios debe ser siempre lo primero"
Al entrar en casa y ver a mi hija supe que había hecho lo correcto, pues vi en su mirada el tan anhelado rostro de Dios que durante muchas de mis meditaciones siempre había buscado ver. 
Pero por si era mi ego el que se había apropiado de lo que acababa de ver, me dispuse a meditar. Y fue ahí cuando una luz sin rostro me hablo a través del silencio; pues yo le pregunté: ¿he hecho lo correcto?, y Ella me contestó: Amar es siempre lo correcto.
Hijo mío, a ti te digo: cuando tu corazón se llene de amor a través de tus actos, ese día veras a Dios en el corazón de todos y cada uno de aquellos a los que les hayas entregado todo tu amor.
kriya yogui Rafael Santamaría
@kriya_yogui