jueves, 25 de septiembre de 2014

LA EXISTENCIA DE DIOS; original de Rafael Santamaría


LA EXISTENCIA DE DIOS; original de Rafael Santamaría
-Maestro; demuestreme la existencia de Dios?
-Hubo una vez un rey...
-Qué tiene que ver un rey con la existencia de Dios?, Maestro
-Hubo una vez un rey que era aficionado al buen arte de la escultura. Su destreza no era ni buena ni mala, pero al ser el rey, nadie se atrevía a opinar acerca de los bustos que hacia. Un día, lleno de envidia por la fama que se había ganado merecidamente un escultor que residía a las afueras de la comarca, le mandó llamar ante su presencia y le dijo;
"Me he enterado que casi eres tan bueno como yo con tus manos. Te reto a que en tres días me construyas el mayor busto que jamás hayan visto mis ojos"
El escultor accedió. A lo que el monarca prosiguió:
"Pero lo harás tan sólo con tus manos. Sin utensilio alguno"
A lo que el afamado escultor replicó:
"Ni las manos más fuertes podrían esculpir una piedra. Eso es imposible"
De igual manera a ti te digo que "con las manos" del intelecto y la razón es imposible hacer lo que tú me pides: que te demuestre la existencia de Dios.
Rafael Santamaría

domingo, 14 de septiembre de 2014

NO TENGAIS DUDAS; original de Rafael Santamaría


No tengáis dudas, que la duda en sí es ignorancia; más bien albergar fe, que la fe en sí es sinónimo de sabiduría. Pues en el proceso de aprendizaje que es la vida no hay errores; ya que da igual cuanto os equivoquéis, o lo equivocados que penséis que estáis; pues quien aprende de sus errores, nunca se equivoca.
La misión que trae cada uno a éste plano es experimentar lo que ha venido a aprender y aprender de esas experiencias; y esa misión se repite y se repetirá una y otra vez hasta que llegue el día en que la última experiencia que tengáis que aprender sea la del “entendimiento” de lo qué ES el alma. Y no olvidéis que en el camino de la conciencia cada uno aprende de sus propias experiencias lo mejor que puede; así pues, que nadie juzgue a nadie, pues nadie ha de ser juzgado salvo por el Amor que nada juzga pues todo lo ama.
El alma, al encarnarse, es tentada una y otra vez a olvidarse de su propia identidad, y con el tiempo, el alma cede en su voluntad de saber quién ES abandonándose a los placeres de los sentidos; aquellos que sólo muestran la dicha de lo que es temporal y efímero: los placeres de éste mundo. Sumida entonces a la voluntad del ego: personaje con apellidos y nombre que cada uno representa en éste plano, el alma (el hijo) se olvida del Padre (del Espíritu de lo Eterno); y así, cada uno, según sea su grado de ignorancia o aturdimiento, ha de recuperar la memoria espiritual en la escuela de la vida.
Y es con cada experiencia, bajo la tutela del aprendizaje, como cada uno acumula las piezas del conocimiento que ha ido consiguiendo encarnación tras encarnación, y poco a poco, al ir combinándolas, la silueta de ese puzle incompleto que es su alma, va tomando forma según su conocimiento se acerca más y más a la Verdad; a esa Verdad que es Dios en cada uno de vosotros.
Y mientras el hombre no camine por el sendero del conocimiento, la enfermedad le recordará que es un enfermo mientras no profundice en su propio destino: llegar a Ser uno con Dios. Así pues, la enfermedad tan sólo es la manera a través de la cual el cuerpo os invita a tomar conciencia de lo enfermo y perturbado que está vuestro corazón. Y recordad, que aunque la gran biblioteca del saber está en el alma, sólo los puros de corazón entienden y tienen acceso a dicho conocimiento. Pues todo lo que un hombre puede llegar a saber de Dios está en su corazón.
Si la mente del alma es Dios, los pensamientos del alma son el amor. Así pues, por cuanto vuestra mente no esté en la mente de Dios: el alma, vuestros pensamientos no serán los pensamientos de Dios: el amor. Fijar pues, toda vuestra atención, toda vuestra energía, toda vuestra mente, en vuestro interior, para que todo lo que salga de vosotros venga desde lo más profundo del corazón; y por cuanto hagáis esto, la enfermedad no tendrá enfermo en donde coexistir; pues un corazón puro no enferma si no es por falta de amor.
Y no os dejéis engañar por todo aquello que no existe más allá de la muerte; pues carece de sentido una vez abandonado este cuerpo, y con ayuda de la fe, ser constantes en vuestro cometido; pues si la fe mueve montañas, ninguna montaña estará segura en su sitio mientras vosotros sigáis teniendo fe. Ya que el enfermo es aquel hombre que se ha alejado de su propósito en esta vida, y la enfermedad, es la oportunidad que tiene el hombre de comprender que está enfermo, es la oportunidad que tiene el hombre de comprender que se ha alejado del aprendizaje que tiene como misión en esta vida. Todo cuanto le sobreviene al hombre es todo cuanto el hombre ha de aceptar para poder evolucionar. Cuando se discrepa de la voluntad del alma, cuando se discrepa de los designéos divinos, el hombre se revela como hombre y muere víctima de la enfermedad que no es otra cosa que una manifestación más de la ignorancia. Pero cuando el hombre vive por y para su constante evolución, el alma, una vez terminada su misión, se despoja de la materia que es el cuerpo, sin dolor, sin sufrimiento, sin enfermedad aparente. 
Aquel que trata sólo la enfermedad, aquel vivirá ligado a los síntomas, y los síntomas son sólo apariencias externas de algo interno. Pero aquel que profundiza en su interior a través los síntomas externos, aquel hace de su enfermedad el conocimiento interno que le llevará a comprender mejor quién Es.
El destino no es más que el uso que hacéis del aprendizaje que es vuestra vida; así pues, aquel que encuentra su destino, aquel encuentra sentido a su vida; y aquel sabrá entonces, que no hay más vida que la vida que hay detrás de la muerte.

Rafael Santamaría

jueves, 11 de septiembre de 2014

EL PASEO; original de Rafael Santamaría



En cierta ocasión, hace ya muchos años, al terminar mi jornada me fui a pasear; era pronto, y me podía permitir el lujo de volver andando; aún así, busqué la excusa de decir que tenia que ir a hacer un recado para salir de mi rutina y darme aquel paseo.
Al principio caminé sin saber hacia dónde caminaba, me recordaba a los primeros años de mi vida adolescente; luego, me dejé llevar sobre mis propios pasos sin saber a dónde me dirigía (seguía recordándome a mi vida) para acabar caminando por inercia. Entonces buscando un banco me pare, me pare para sentarme y meditar hacia donde quería llevar mis pasos (los pasos de mi vida), es decir, cuál era la dirección exacta de la excusa de aquel paseo. Y cuando la supe, me incorporé y me puse a caminar de nuevo. Tome rumbo hacia una tienda aunque sabia de antemano que por la hora que era estaría cerrada cuando llegará. Pero lo importante era el paseo; lo importante era salir de la rutina.
Al principio empecé a caminar pensando, pero siempre pensaba en lo mismo; y para estar pensando en lo mismo que pensaba todos los días no había tomado yo la determinación de darme aquel paseo, así que dejé de pensar. Entonces me fijé en el paisaje que me acompañaba, él consiguió distraer mi atención lo suficiente como para hacerme olvidar todos mis pensamientos.
Mientras caminaba deleitandome la vista con aquel paisaje nuevo para mi conocí a alguien, a alguien que decía ser yo, pero que yo no reconocía cómo yo. Empezamos a hablar, más bien él hablaba y yo escuchaba, y al final acabamos intimando. Me habló de mi, de mis verdaderos sentimientos; de mis sueños escondidos, y de mis miedos. Aquel "tipo" me conocía muy bien, parecía uno de esos videntes que te describen cómo eres con sólo ver tu palma de la mano. Yo le escuchaba como cuando oyes narrar a alguien sus extraordinarias "hazañas" para abrirse paso en la vida. Me contaba cosas a las que no daba crédito pero que sin embargo sabia que eran verdad. Me sorprendía oírle, a la vez que me entristecia; "por qué no te habría escuchado antes", llegué a pensar más de una vez; pero supongo que él (quién quisiera que fuera él) siempre estuvo ahí, en mi corazón, sólo que yo, no siempre estuve allí: en mi corazón.
Al reconocer sus palabras como ciertas acepte la verdad de mi vida y de mi propio ser, fue entonces cuando noté como el corazón me empezó a latir de nuevo. Aquel latir supuso un nuevo bautismo en mi vida. Fue como una segunda oportunidad.
Al llegar a casa, tome prestado de mi memoria los momentos más importantes de aquel paseo, y por lo que recordaba de aquella conversación me di cuenta que había estado hablando conmigo mismo.
Por primera vez en mi vida me había escuchado sin juzgarme, gracias a aquello, se me brindó (me di) la oportunidad de empezar a conocerme.
Más tarde, mucho más tarde, entendí que quién escucha sin juzgar a alguien está amando a la persona a la que escucha; de lo que deduje que aquél día, en aquel paseo, empecé por fin a amarme de nuevo.
Ahora cada vez que paseo ya no hablo solo, pues reconozco en mi esa voz que me habla; que no es otra voz que la mía cuando consigo escucharme a mismo.
Rafael Santamaría

sábado, 6 de septiembre de 2014

A LOS BUSCADORES DE LA VERDAD; original de Rafael Santamaría

Puesto que cuando nosotros soñamos no discernimos si estamos soñando o no hasta que despertamos (ya que mientras soñamos nuestro sueño nos parece real); y considerando que somos un sueño dentro de ésta vida: ésta vida en forma de sueño que se proyecta como una realidad en la infinita pantalla mental de Dios mientras Él sueña con nosotros, se podría decir entonces que somos un pensamiento, un sueño de Dios vivo en su propio Sueño. Por qué entonces Dios puede soñar con nosotros y a nosotros nos cuesta tanto soñar con Él? Lo primero es que no podemos soñar con Él, sino en Él, matiz importante; lo segundo, es que Julio Verne podía soñar con todos y cada uno de sus personajes mientras les daba vida en sus visionarias novelas, pero cada uno de esos personajes, siendo una parte intrínseca de su creador, jamás podría decirse que son el Creador mismo. Por eso Julio Verne podía soñar con todos ellos y darles vida en su mente (para más tarde plasmarlo en sus libros), mientras que ellos (siendo parte de él) no podían soñar con Él.
Más a diferencia de los personajes escritos por Julio Verne, se nos ha dado la capacidad de darnos cuenta de que somos un sueño, una ilusión creada por una Mente que va allá de todos nuestros conceptos mentales. Cuando el pensamiento (la mente) deja de pensar por si mismo, deja de manifestar su individualidad a través de su propia ilusión (su propia mente), es entonces cuando está preparado, y no antes, para poder ser absorbido por la Mente de la que proviene y fundirse en Ella (soñar en El)
El yo se manifiesta en el mi a través de sus creaciones. Si vives enfrascado en la engañosa envoltura del mi: mis hijos, mi trabajo, mi coche, mi casa, mis pensamientos, mis emociones, etc; nunca podrás ser consciente ni tomarás conciencia del yo que las ha creado (conócete a ti mismo). De la misma forma al ser cada uno de nosotros un "mi": un sueño de Dios, una creación del Yo Creador, y vivir su creación separada de Él (del Yo que la creo) pues vivimos absortos en la más absoluta individualidad del "mi" creyendo que tal forma de vida es la única y verdadera, nunca podremos conocer a nuestro gran Yo, ése Yo que nos creo y del que formamos parte inseparable de Él.
Rafael Santamaría