domingo, 14 de septiembre de 2014

NO TENGAIS DUDAS; original de Rafael Santamaría


No tengáis dudas, que la duda en sí es ignorancia; más bien albergar fe, que la fe en sí es sinónimo de sabiduría. Pues en el proceso de aprendizaje que es la vida no hay errores; ya que da igual cuanto os equivoquéis, o lo equivocados que penséis que estáis; pues quien aprende de sus errores, nunca se equivoca.
La misión que trae cada uno a éste plano es experimentar lo que ha venido a aprender y aprender de esas experiencias; y esa misión se repite y se repetirá una y otra vez hasta que llegue el día en que la última experiencia que tengáis que aprender sea la del “entendimiento” de lo qué ES el alma. Y no olvidéis que en el camino de la conciencia cada uno aprende de sus propias experiencias lo mejor que puede; así pues, que nadie juzgue a nadie, pues nadie ha de ser juzgado salvo por el Amor que nada juzga pues todo lo ama.
El alma, al encarnarse, es tentada una y otra vez a olvidarse de su propia identidad, y con el tiempo, el alma cede en su voluntad de saber quién ES abandonándose a los placeres de los sentidos; aquellos que sólo muestran la dicha de lo que es temporal y efímero: los placeres de éste mundo. Sumida entonces a la voluntad del ego: personaje con apellidos y nombre que cada uno representa en éste plano, el alma (el hijo) se olvida del Padre (del Espíritu de lo Eterno); y así, cada uno, según sea su grado de ignorancia o aturdimiento, ha de recuperar la memoria espiritual en la escuela de la vida.
Y es con cada experiencia, bajo la tutela del aprendizaje, como cada uno acumula las piezas del conocimiento que ha ido consiguiendo encarnación tras encarnación, y poco a poco, al ir combinándolas, la silueta de ese puzle incompleto que es su alma, va tomando forma según su conocimiento se acerca más y más a la Verdad; a esa Verdad que es Dios en cada uno de vosotros.
Y mientras el hombre no camine por el sendero del conocimiento, la enfermedad le recordará que es un enfermo mientras no profundice en su propio destino: llegar a Ser uno con Dios. Así pues, la enfermedad tan sólo es la manera a través de la cual el cuerpo os invita a tomar conciencia de lo enfermo y perturbado que está vuestro corazón. Y recordad, que aunque la gran biblioteca del saber está en el alma, sólo los puros de corazón entienden y tienen acceso a dicho conocimiento. Pues todo lo que un hombre puede llegar a saber de Dios está en su corazón.
Si la mente del alma es Dios, los pensamientos del alma son el amor. Así pues, por cuanto vuestra mente no esté en la mente de Dios: el alma, vuestros pensamientos no serán los pensamientos de Dios: el amor. Fijar pues, toda vuestra atención, toda vuestra energía, toda vuestra mente, en vuestro interior, para que todo lo que salga de vosotros venga desde lo más profundo del corazón; y por cuanto hagáis esto, la enfermedad no tendrá enfermo en donde coexistir; pues un corazón puro no enferma si no es por falta de amor.
Y no os dejéis engañar por todo aquello que no existe más allá de la muerte; pues carece de sentido una vez abandonado este cuerpo, y con ayuda de la fe, ser constantes en vuestro cometido; pues si la fe mueve montañas, ninguna montaña estará segura en su sitio mientras vosotros sigáis teniendo fe. Ya que el enfermo es aquel hombre que se ha alejado de su propósito en esta vida, y la enfermedad, es la oportunidad que tiene el hombre de comprender que está enfermo, es la oportunidad que tiene el hombre de comprender que se ha alejado del aprendizaje que tiene como misión en esta vida. Todo cuanto le sobreviene al hombre es todo cuanto el hombre ha de aceptar para poder evolucionar. Cuando se discrepa de la voluntad del alma, cuando se discrepa de los designéos divinos, el hombre se revela como hombre y muere víctima de la enfermedad que no es otra cosa que una manifestación más de la ignorancia. Pero cuando el hombre vive por y para su constante evolución, el alma, una vez terminada su misión, se despoja de la materia que es el cuerpo, sin dolor, sin sufrimiento, sin enfermedad aparente. 
Aquel que trata sólo la enfermedad, aquel vivirá ligado a los síntomas, y los síntomas son sólo apariencias externas de algo interno. Pero aquel que profundiza en su interior a través los síntomas externos, aquel hace de su enfermedad el conocimiento interno que le llevará a comprender mejor quién Es.
El destino no es más que el uso que hacéis del aprendizaje que es vuestra vida; así pues, aquel que encuentra su destino, aquel encuentra sentido a su vida; y aquel sabrá entonces, que no hay más vida que la vida que hay detrás de la muerte.

Rafael Santamaría