No tengáis dudas, que la duda en sí es ignorancia; más
bien albergar fe, que la fe en sí es sinónimo de sabiduría. Pues en el proceso
de aprendizaje que es la vida no hay errores; ya que da igual cuanto os
equivoquéis, o lo equivocados que penséis que estáis; pues quien aprende de sus
errores, nunca se equivoca.
La misión que trae cada uno a éste plano es
experimentar lo que ha venido a aprender y aprender de esas experiencias; y esa
misión se repite y se repetirá una y otra vez hasta que llegue el día en que la
última experiencia que tengáis que aprender sea la del “entendimiento” de lo qué
ES el alma. Y no olvidéis que en el camino de la conciencia cada uno aprende de
sus propias experiencias lo mejor que puede; así pues, que nadie juzgue a
nadie, pues nadie ha de ser juzgado salvo por el Amor que nada juzga pues todo
lo ama.
El alma, al encarnarse, es tentada una y otra vez a
olvidarse de su propia identidad, y con el tiempo, el alma cede en su voluntad
de saber quién ES abandonándose a los placeres de los sentidos; aquellos que
sólo muestran la dicha de lo que es temporal y efímero: los placeres de éste
mundo. Sumida entonces a la voluntad del ego: personaje con apellidos y nombre
que cada uno representa en éste plano, el alma (el hijo) se olvida del Padre
(del Espíritu de lo Eterno); y así, cada uno, según sea su grado de ignorancia
o aturdimiento, ha de recuperar la memoria espiritual en la escuela de la vida.
Y es con cada experiencia, bajo la tutela del
aprendizaje, como cada uno acumula las piezas del conocimiento que ha ido
consiguiendo encarnación tras encarnación, y poco a poco, al ir combinándolas, la
silueta de ese puzle incompleto que es su alma, va tomando forma según su
conocimiento se acerca más y más a la Verdad; a esa Verdad que es Dios en cada
uno de vosotros.
Y mientras el hombre no camine por el sendero del
conocimiento, la enfermedad le recordará que es un enfermo mientras no
profundice en su propio destino: llegar a Ser uno con Dios. Así pues, la
enfermedad tan sólo es la manera a través de la cual el cuerpo os invita a
tomar conciencia de lo enfermo y perturbado que está vuestro corazón. Y recordad,
que aunque la gran biblioteca del saber está en el alma, sólo los puros de
corazón entienden y tienen acceso a dicho conocimiento. Pues todo lo que un
hombre puede llegar a saber de Dios está en su corazón.
Si la mente del alma es Dios, los pensamientos del
alma son el amor. Así pues, por cuanto vuestra mente no esté en la mente de
Dios: el alma, vuestros pensamientos no serán los pensamientos de Dios: el
amor. Fijar pues, toda vuestra atención, toda vuestra energía, toda vuestra
mente, en vuestro interior, para que todo lo que salga de vosotros venga desde
lo más profundo del corazón; y por cuanto hagáis esto, la enfermedad no tendrá
enfermo en donde coexistir; pues un corazón puro no enferma si no es por falta
de amor.
Y no os dejéis engañar por todo aquello que no
existe más allá de la muerte; pues carece de sentido una vez abandonado este
cuerpo, y con ayuda de la fe, ser constantes en vuestro cometido; pues si la fe
mueve montañas, ninguna montaña estará segura en su sitio mientras vosotros sigáis
teniendo fe. Ya que el enfermo es aquel hombre que se ha alejado de su
propósito en esta vida, y la enfermedad, es la oportunidad que tiene el hombre
de comprender que está enfermo, es la oportunidad que tiene el hombre de
comprender que se ha alejado del aprendizaje que tiene como misión en esta
vida. Todo cuanto le sobreviene al hombre es todo cuanto el hombre ha de
aceptar para poder evolucionar. Cuando se discrepa de la voluntad del alma, cuando
se discrepa de los designéos divinos, el hombre se revela como hombre y muere
víctima de la enfermedad que no es otra cosa que una manifestación más de la
ignorancia. Pero cuando el hombre vive por y para su constante evolución, el
alma, una vez terminada su misión, se despoja de la materia que es el cuerpo, sin
dolor, sin sufrimiento, sin enfermedad aparente.
Aquel que trata sólo la enfermedad, aquel vivirá
ligado a los síntomas, y los síntomas son sólo apariencias externas de algo interno.
Pero aquel que profundiza en su interior a través los síntomas externos, aquel
hace de su enfermedad el conocimiento interno que le llevará a comprender mejor
quién Es.
El destino no es más que el uso que hacéis del
aprendizaje que es vuestra vida; así pues, aquel que encuentra su destino, aquel
encuentra sentido a su vida; y aquel sabrá entonces, que no hay más vida que la
vida que hay detrás de la muerte.
Rafael Santamaría