domingo, 25 de agosto de 2013

LA INTELIGENCIA INFINITA;original de Rafael Santamaría


-Maestro; ¡ha de saber usted que hoy estoy enojadisimo con Dios!, pues me ha arrebatado lo que más quería en este mundo sin venir a cuento. ¡Está vez se ha pasado!
-Hijo mío, nada ocurre por casualidad; hay una...
-Maestro; ¡esta vez no, no siga!
-Hijo mío, en cierta ocasión escuché de mi Maestro estas sabias palabras:
"No pienses hijo mío, que la muerte te ha de llegar a tu vejez y tendido en la cama; que por otra parte es casi lo que te han inculcado. Pues has de saber que ésta te puede llegar en cualquier momento, y que has de estar preparado. 
La muerte hijo mío, no deja de ser un estado de relajación profunda donde la respiración se suspende y la energía se retira de los nervios. Práctica tú ésta técnica: entra a través de la meditación en ese estado de relajación profundo donde se suspende el aliento y la energía se retira de los nervios. El aliento, la respiración, es lo que une el alma al cuerpo; pero tú puedes entrar en ese estado de éxtasis, esa muerte sin dolor, en la que se retira la respiración del cuerpo sin que éste tenga que morir. Como dijo Santa Teresa: "Muero porque no muero...". Recuerda si no las palabras de Jesús: "No sólo de pan vive el hombre" Hay algo más sutil que alimenta nuestros cuerpos. Y si practicas ésta técnica, llegado el momento de tu muerte, voluntariamente podrás abandonar tu cuerpo sin que la muerte te lo arrebate. Como hicieron los grandes santos"
-¡Sigo enojado!, Maestro. Hoy no me vale de nada su filosofía.
-Esta bien.
En cierta ocasión, cuentan que un hombre siempre llegaba tarde a sus citas importantes, ya sabes, con las mujeres, y que por más que lo intentaba (recién acababa de comprarse una moto para evitar los atascos) nunca era puntual. Él lo achacaba siempre a los demás: a lo mal que conducía la gente, a que todos cogían el coche siempre a la misma hora, etc, pero la cuestión es que siempre llegaba tarde.
Y por circunstancias del destino, un verano conoció a una mujer. Parecía que ésta iba a ser la definitiva, el hombre estaba súper embelesado con ella. Habían tenido ya dos citas, en las cuales como siempre había llegado tarde. Pero eso no importa ahora, lo importante es que en ésta tercera cita, parece ser que ella quería decirle algo importante, y tenía poco tiempo para decírselo (en el descanso entre turno y turno) ya que aunque era agosto, ella trabajaba. Habían quedado en la cafetería que estaba frente al trabajo de ella (tan sólo tenía que cruzar la calle) y aún estando enamoradisimo de ella, como siempre, apuro hasta el último minuto para coger la moto y salir camino hacia su cita. Menos mal que en pleno mes de agosto en Madrid apenas hay tráfico por las calles, aún así, igualmente se quejaba. Parece ser que esta vez la culpa la tenían los semáforos, que siempre se ponían en rojo justo en el momento menos oportuno según él.
Tal era su enojo, no había en su vocabulario una sola palabra que no fuera un insulto, que la Divina Providencia
decidió intervenir: "Tú lo has querido; que sea como tú dices" ; pues él pretendía que cuando llegase a un semáforo éste cambiase automáticamente a verde para él, sin importarle las consecuencias que pudiera acarrear ésto en los demás semáforos.
Y así fue. Según se acercaba a un semáforo, éste, como por arte de magia, de repente, cambiaba a verde. Esto le ayudo a encontrar su camino despejado, pero ocasiono múltiples accidentes, ya que a muchos conductores no les daba tiempo a frenar cuando de repente se encontraban con su semáforo en rojo y viceversa; y un caos circulatorio tremendo.
Cuando llegó a su destino encontró a la mujer con la que había quedado debajo de las ruedas de un coche. Parece ser que el modificar ciertos semáforos había condicionado el buen y normal funcionamiento de todos los demás; y eso, condujo a que un coche no pudiera evitar atropellar a la mujer con la que se había citado.
Cuando se acercó a verla ella tan sólo le pudo decir: "sólo quería decirte que deseaba tanto casarme contigo" y al segundo de decir esto, ella cerró los ojos y murió. 
Está fábula deja entrever que de igual manera que los semáforos están regulados perfectamente para que cuando se abra uno, se cierre otro, y de ésta manera quede regulado correctamente el tráfico; así y de la misma forma están regulados perfectamente los distintos acontecimientos que cruzan unas vidas con otras, y el por qué de las circunstancias que nos rodean por una Inteligencia Infinita. 
Cuando la inteligencia de los intereses personales del hombre: el ego, intenta intervenir en su destino, en su vida, no tengas ni la más mínima duda de que es entonces cuando la vida del hombre se vuelve en un infierno para él.
-Maestro; aunque sus palabras me han calmado, mi enojo persiste.
-Paciencia hijo mío, que hasta que tu tormenta no cese no podrás ver la luz del sol, la luz de tu alma; la misma que luz que se halla oculta tras el enojo de los nubarrones de tus pensamientos. 
kriya yogui Rafael Santamaría
@kriya_yogui