jueves, 6 de agosto de 2015

EL AUTO ANÁLISIS; original de Rafael Santamaría

Cada vez que piensas, de alguna manera estás emitiendo un juicio, una opinión, una valoración sobre algo (y: por qué lo hacemos?); y desde ese ángulo de "visión" ya sólo puedes ver las cosas como las has pensado (como las has juzgado), es decir, como piensas que son, y no como son en verdad.
Ver cada momento tal y como es en verdad requiere evitar siempre la infalible y aparentemente imposible costumbre que se nos presenta constantemente y de forma inconsciente de pensar: de entrar en la dinámica del juicio y la valoración sobre aquello que nos ha tocado vivir sea cual fuera la manera en que se haya manifestado dicha circunstancia o hecho.
Envejecemos prematuramente debido a la cantidad de problemas con los que convivimos; pero convivir con un problema no es más que catalogar de preocupante una situación o hecho simplemente porque en ese momento el pobre ángulo de visión que tenemos sobre esa circunstancia no nos permite ver nada más que problemas.
Un ángulo mayor, o mejor aún, una visión global de las circunstancias, algo que sólo se obtiene cuando uno se sale del problema para poder ver en verdad cuál y cómo es el problema, sólo se consigue a través de no rendir culto a la actitud de tomarse la vida enfrentándonos constantemente con cada circunstancia que nos ha tocado vivir sobre todo cuando éstas circunstancias se salen de los parámetros o esquemas mentales con los que nos gusta o nos hemos acostumbrado a vivir.
Un niño es más feliz que un adulto simplemente porque no se toma ni vive las cosas como un adulto; quizá porque no las piensa tanto y por ende no les da tanta importancia (no se toma cada hecho en la vida a título personal)
Un niño por ejemplo no juzga hasta que no se le enseña a juzgar.
Es el juicio entonces, nuestro propio juicio (nuestra forma de opinar y entender las cosas) la que nos tiene sometidos al amparo de nuestro propio modo de razonar las cosas, y es de dicho modelo de razonar las cosas del que salen o brotan todos nuestros juicios: todos nuestros pensamientos; aquello que nos arrastra a vivir la vida como la pensamos.
Resetear nuestra mente y restaurar en ella los valores que traía de fabrica: al nacer (ser como un niño) conlleva la ardua tarea de saber quien es el que piensa: conocer de cerca al que piensa cuando pensamos, conocer nuestros juicios, nuestra forma de razonar y entender las cosas y el por qué lo hacemos así.
Un auto análisis profundo que sólo se consigue profundizando en uno mismo.
Rafael Santamaría