lunes, 23 de marzo de 2020

EL TRAUMA DEL DESPERTAR DE LA CONCIENCIA; original de Rafael Santamaría


De pequeño me encerraban en un cuarto de baño sin ventana cuando hacía una cosa mal. 

Lo llamabamos el cuarto oscuro, porque si no dabas la luz, se quedaba totalmente a oscuras.

Supongo que mi padre lo hacía para enseñarme que no había hecho las cosas como ellos querían o suponían que tenía que hacerlas; pero les puedo asegurar que lo único que me enseñaron es a tener miedo, miedo a no hacer las cosas como la sociedad o los demás quieren que las haga, miedo a equivocarme y a decepcionar, pero y sobretodo, me quedó un miedo a los sitios cerrados y a la oscuridad que me costó años superar del todo; si es que lo he llegado a superar del todo, pues no me fío de mis victorias; ya que los adversarios siempre rondan al acecho disfrazados de nuevos obstáculos.

Recuerdo perfectamente como yo me ponía a cantar para no tener miedo, de esa forma aguantaba mucho mejor mi "cautiverio": el tiempo que mi padre decidía que tenía que estar metido en aquel cuarto a oscuras.

Evidentemente, antes de entrar en el "cuarto oscuro", sólo lloraba, lloraba porque no quería entrar.

Era una vez dentro, cuando veía que mis lágrimas no me ayudarían a reblandecer la compasión de mi padre, cuando me ponía a cantar.

Pero cuando mi padre se dio cuenta de mi truco: cantar para sobrellevar mejor el miedo, me prohibió cantar; pues intuyo que él pensaba que si no tenía miedo no aprendería nunca la "lección" que él me quería enseñar.

Entonces, en una de esas veces que me volvió a castigar en el "cuarto oscuro", tuve la gran fortuna de descubrirme a mi mismo, es decir, tuve la gran suerte de descubrir que podía hablar conmigo mismo para no tener miedo.

Hablaba con alguien que era yo mismo, pero en bajito, no muy alto, para para que no me oyera nadie más que yo; pero sí, hablaba con un interlocutor que era yo mismo.

No era un monólogo, era un diálogo.

Hablaba con una parte de mí que me inspiraba tranquilidad y confianza.

Advertí entonces en mí, que mientras hablaba conmigo mismo no hacía caso al miedo que había en mi mente, y en consecuencia, sobrellevaba casi sin miedo (era muy pequeño como para decir con certeza que no tenía nada de miedo) el estar encerrado allí a oscuras.

He seguido practicando está técnica hasta hoy en día; de hecho, es cuando hablo con ese otro yo mío, que me relaja y me tranquiliza, cuando escribo todas esas frases que ustedes leen.
Es como si él me las dictara.

Fui un niño más de esos a los que no les enseñaron a vencer el miedo, sino, y es más, me educaron para ser una víctima de él: de mis propios miedos.

¿Cómo se vence a una guerra si no te dan tregua?, ¿cómo se vence al miedo si este nunca desaparece?

El miedo es mental.

Por encima de la mente está la conciencia.

Si ustedes se acostumbran a hablar con su conciencia a través de un diálogo interno, no harán caso a su mente, y por ende, no tendrán el miedo que su mente quiere que tengan.

Yo tuve mucha suerte de despertar a ese otro yo mío cuando era tan solo un niño, aunque en aquel momento fuera todo un trauma para mí.
Y es que, no es sino a veces a través de los distintos traumas que vivimos en la vida, como se nos da la oportunidad de despertar nuestra conciencia.

Despierten, saquen el lado positivo que tiene la adversidad.

Rafael Santamaría