sábado, 5 de septiembre de 2020

EL CORAZÓN; original de Rafael Santamaría

La mayoría de las personas buscan lo que tienen delante de ellas lo más lejos posible de sí mismas, es lo que se conoce como: "la búsqueda eterna de aquello que no sé qué busco", producto de un ego que anda perdido y al que no le importa andar así.


Y es que mirar hacia atrás conlleva el riesgo de chocar con lo que tienes de frente; pero muy pocos de los que chocan con lo que tienen de frente se suelen percatar de aquello con lo que han chocado, más bien suelen quejarse del impacto que han sufrido, miran sus posibles heridas, y echan la culpa de su infortunio a aquello con lo que han tropezado, aún cuando aquello contra lo que han tropezado siempre estuvo ahí y nunca se movió de su sitio, porque allí donde siempre estuvo, ése era su sitio.

El corazón del hombre siempre estuvo ahí, en el mismo sitio de siempre.
Tropezamos con él de continuo en un continuo intento de despertar nuestra conciencia, que no es otra cosa, que despertar a un corazón adormecido víctima de su propia ensoñación.

Pero nadie se percata contra lo que tropieza en lo que se conoce a ese tipo de tropiezos como "traumas", esos traumas son despertares que están ahí para intentar que hagas las paces contigo mismo, sino que las personas se quejan, y se quejan continuamente, de su constante infortunio tras golpearse una y otra con lo que no saben que es su corazón, en un intento por despertar y ser felices para siempre.

Buscar nuestro corazón en un lugar ajeno a nosotros mismos nos hace creer que el amor no existe, y si creyeramos que existe, bajo está fórmula de encontrarlo, sólo pensaríamos que está en la persona que hemos conseguido que se fije en nosotros atreves de nuestros atributos; pero eso, ni es amor, ni esa persona, de ser así, nos estaría amando de verdad.

El corazón de uno mismo está custodiado por el verdugo de la falta de amor hacia nosotros mismos. 
Sin duda, éste carismático personaje es un lacayo de nuestro ego, el cual goza de su total confianza y agrado.

La felicidad está más cerca de lo que te imaginas, duermes con ella y hasta sueñas con ella, pero sucede que te despiertas a media noche pensando que no existe en lo que vives como la pesadilla de tu vida, y en tu lucha contra ese pensamiento negativo y sus secuaces, te tomas todo lo que te sucede a título personal, haciendo de tus circunstancias un infierno, valga la redundancia, personal.

El dolor que padeces es sólo una consecuencia de una constante ausencia de paz contigo mismo.

Todo lo que te duele en tu vida es por éso, y sólo por éso.

Haz las paces contigo mismo sin necesidad de tener que vivir y experimentar los distintos traumas que la vida te pone para ello; ahorrate ese dolor.

Haz las paces con todas y cada una de las decisiones que tomaste en tu vida, y se feliz. 
Ése, y no otro, es el camino directo y sin pérdida que lleva hasta tu corazón.

No choques más de frente con él, mejor: hazte uno con él; amate.

Rafael Santamaría