domingo, 29 de marzo de 2015

LA LUCHA; original de Rafael Santamaría

- Tú no puedes vencer algo a lo que te estás enfrentando continuamente, en todo caso, en alguna ocasión podrás derrotarlo momentáneamente, pero así no lo vencerás, pues tu enemigo se alimenta de tu continúa pugna con él. Si de verdad quieres vencerlo, deja de luchar contra él.
Escucha bien hijo mío, en cierta ocasión una persona me echó un "ordago" en la vida...
- Qué es un ordago?, papá
- Como una especie de pulso donde cada uno a través de las cartas que tiene, y su destreza en el juego, mide sus fuerzas con aquellos contra los que está jugando una partida de cartas que se llama mus; más o menos es éso. Y yo se lo vi. Le vi el ordago a aquella persona, hijo. Es más, te puedo decir que le gané aquella partida. Pero el juego continuó, y mientras continúe el juego, siempre habrá otras partidas, con sus ordagos o no, quién sabe.
Hijo mío, nunca ganas nada si sigues jugando al juego de alguien, pues al final siempre acabas perdiendo tú.
Cinco años de mi vida pasaron desde que tomé conciencia de éste pensamiento hasta que lo interiorice.
Y cuando aquella persona de nuevo me echó un ordago en la vida, un pulso, sabes qué hice?
- Qué hiciste?, papá.
- Dejé las cartas encima de la mesa y nunca más jugué con aquella persona, metafóricamente hablando, claro.
Abandoné la partida, abandoné mi lucha con aquella persona. Todas las batallas, todas las disputas, desaparecieron.
Te puedo asegurar que fue entonces cuando puedo decir ahora que yo si que verdaderamente gané a aquella persona, o en su defecto a mi, a mi en mi lucha con aquella persona, al no entrar nunca más en "aquella partida", al no entrar nunca más en aquel "juego".
Las guerras nunca se acaban si necesitas de un ejército para mantener la paz, hijo mío.
Entiende que toda lucha por mantener la calma es inútil; pues la verdadera calma se manifiesta sólo cuando ha cesado por completo todo tipo de lucha.
Lo entiendes?, hijo mío.
- No sé si lo he entendido, papá
- Bueno, no te preocupes hijo mío, que las cosas no se entienden hasta que uno no las interioriza a través de su propia experiencia con ellas.
Rafael Santamaría

jueves, 26 de marzo de 2015

LA HISTORIA DE LA VIDA; original de Rafael Santamaría

(a mis hijos: fuente de toda mi inspiración)

- Papá, cuéntanos otra vez "la historia de la vida" - así la había pasado a denominar mi hija.
- Sí, papá; cuentanosla otra vez.
- Está bien. A ver..., con la finalidad de amarnos Dios creo la sensibilidad del corazón, y a aquello le puso su propio nombre: Amor.
Pero también creo la mente: con la finalidad de que tuviéramos un discernimiento en el mundo de nuestros pensamientos.
Más el hombre, llevado por su ignorancia, llegó a pensar que lo sabia todo gracias al uso que empezó a hacer de su discernimiento. Y sumido en la arrogancia del pensamiento, se olvidó del motivo de su existencia: amarnos los unos a los otros a través de la sensibilidad del corazón: el amor.
Cuando aquel olvido tomó forma, el hombre confundió aquella forma del olvido: el ego, con su esencia: su verdadera naturaleza, y creyendo que él era éso vivió confundido dejándose confundir por sus pensamientos; los pensamientos del ego.
Pero la mente de Dios, que todo lo observa, conocía de ante mano lo que sucedería, así pues, tras la mente del hombre situó una conciencia desprovista de todo pensamiento y de la acción de pensar, y a través de ella Dios ideó un estrecho vínculo que uniría dicha conciencia al corazón: el conocimiento de uno mismo.
Así y de ésta manera ideó Dios un plan para que el hombre encontrará de nuevo su propósito en la vida: amarnos los unos a los otros, a través del despertar de aquella conciencia a través del conocimiento de uno mismo.
Rafael Santamaría

martes, 10 de marzo de 2015

EL BOSQUE; original de Rafael Santamaría

- Me pierdo al no encontrarme, y la sensación de estar perdido me invita a dejar de buscarme. Qué debo hacer? - me preguntó alguien en cierta ocasión.
La respuesta requería de unos minutos de silencio tras los cuales:
- Está bien. Imagina que estás en un gran, gran bosque; e imagina que estás perdido y desorientado. Qué harías? Te quedarías quieto, o buscarías un camino: tu camino, que te sacase de aquel frondoso bosque?
- Buscarla un camino.
- Y no crees que muy probablemente mientras lo buscas te sentirías perdido?
- Si.
- Y cómo crees que saldrías de ese bosque: encontrando un camino?, cuando quizás el bosque no tenga caminos, o encontrando tú tu propio camino?, tu propia forma de salir de ese bosque.
- Encontrando yo mi propia forma de salir de ése bosque.
- Y no crees, o intuyes, que mientras permaneces en ese bosque y estás averiguando el camino: tu particular camino con el que pretendes salir de ese bosque tan sólo porque no conoces ese bosque y el no conocerlo te provoca esa inseguridad que te hace sentirte perdido, el andar por los parajes de ese bosque te invitaría a conocer mejor ése bosque hasta tal punto que quizá algún día ése bosque ya no sea entonces un completo desconocido para ti y puedas entrar y salir de ése bosque a voluntad?
- Sí, puede ser.
- Pues si puede ser, como tú dices, date cuenta entonces de que no estás perdido, sino que tan sólo estás conociendo tu bosque: te estás conociendo a Ti.
Vas por el buen camino aunque tú no lo sepas o no te des cuenta. Continúa así. Sigue con tu camino. Conoce el bosque adentrandote en él. Ése es el camino.
Rafael Santamaría