sábado, 13 de febrero de 2010

EL HOMBRE Y SU MUNDO; original de Rafael Santamaría

Lo que creemos que somos a veces no es lo que somos. Para Ser hay que sentir, para sentir hay que obviar a la mente, y para sentir al Ser, hay que dejarse sentir en la infinitud de la no-mente, en la eternidad del Ser.
A vosotros;


"Una vez tuve un recuerdo que cayó en el olvido, de ese olvido emergió una amargura, y de aquella amargura nacio un odió. Pronto el odio se familiarizó con mi recuerdo y lo convirtió en pesadilla. Aquella pesadilla tomó las riendas de mi vida, y a cada ilusión, mi pesadilla frustaba todas mis esperanzas, todos mis sueños, con el odio de su amor.
El tiempo irrumpió con fuerza y se hizo nostalgicó, y marcando las horas contabilizó mi vida, dejándome herido de por vida por el paso del tiempo.
La soledad entró a ser compañera y amiga, y sintiéndome solo acabé solo. Y entre tanta soledad, apagué la vela con la que la luz de mi vida se encendía cada día.
La brújula del amor se volvió difusa en mi vida, había perdido el norte, y el sur quedaba anclado a un pasado muy lejano, tan lejano, que el sur se tornaba norte al divisarlo.
La tristeza que cabalga sola, me subió a lomos de su jamelgo, nunca fui jinete en tan frustrada carrera, pero una vez ahogado en penas, ya no sabes ni lo que echas de menos: quizá seas tú, o quizá sea lo que fue de ti.
La sonrisa se evadio de todas sus responsabilidades, y confabulándose con la mentira, diseñaron las tinieblas por las que discurriría mi vida.
El hogar que otras veces fui yo, se volvió posada de viajeros sin rumbo, que interfiriendo en mi destino, me hicieron navegar a la derira a través del emulgente océano de mis sentimientos.
El viento que avivaba mi velero, dejó de soplar por la complicidad de su mar, y es que el mar se volvió calma cuando más lo necesitaba.
Las lluvias llegaron, y aunque siembra había, fue hecha en otra época; hacía tanto ya de aquello, que me quede sin frutos y sin siembra, pero calado por las aguas torrenciales del amor que llegó sin labranza a la que regar. 
Y cuando el sol saludaba con cada día, la luna venía por detrás para recordarme que no hay luz eterna en la noche de las sombras.
Y cuando de tanto dolor juré arrancarme la vida, la vida se había pegado tanto a mi, que ya no era Yo, era la vida que mi Yo fingía vivir en mi vida.
Y de tanto morir de amor, decidí rescatar mi recuerdo, lo bañé en las puras aguas del perdón, y lo dejé secando en el pasado.
Para cuando quisé saber de mi recuerdo, no supe ni cómo recordarlo. Se fue tal como vino, por arte de magia. Un mago llamado mente, fue el ilusionista encargado de hacerme creer lo imaginario.
Al día siguiente, cuando desperté, la morada de mi alma era otra vez Yo, y juré que otro sueño como aquel, en el mundo de las emociones perdidas del hombre, nunca tendría...; hasta hoy, que viviendo otra vez en el mundo de los vivos, me expongo a una nueva y cruel ilusoría realidad: la muerte"

Rafael Santamaría
senseirsan@gmail.com
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