lunes, 22 de junio de 2015

MI MAESTRA; original de Rafael Santamaría


En cierta ocasión, al terminar una meditación un amigo y compañero de meditación me enseñó la foto de nuestro Maestro Paramahansa Yogananda con gran entusiasmo. La llevaba en su cartera; y la miraba con tanto fervor, que me dio envidia no tener esa gran pasión por el Maestro en aquel momento. Le sorprendió mucho que no llevará una foto del Maestro, ya que yo era quien le había "invitado" a conocer de cerca las enseñanzas de Paramahansa Yogananda.
Aquello me dio que pensar. Me faltará devoción? - me pregunté.
Me fui cabizbajo a casa.
No había tenido lo que nuestro ego juzga o etiqueta como un buen día; y aquella experiencia parecería que había sido el punto y final a tan desastroso día.
Pero no sería así; aún me quedaría un gran lección por aprender.
Llegué a casa con la sensación de no estar muy convencido de ser un buen discípulo de aquel místico o santo hindú (Yogananda), porque..., ya que erraba en mi vida continuamente podía al menos compensarlo con una gran devoción hacia alguien que de alguna manera intentaba ayudarme a enmedar mis errores a través de una mayor apertura de mi mente, y por ende, de mi conciencia. Y nada más abrir la puerta mi hija "me soltó una de las suyas"
Venia con la "moral" muy baja y por un momento caí en el error de enfadarme, es decir, de darle la razón a mi ego. Entonces me di cuenta que no debía "entrar al trapo" a los comentarios de hija; y acto seguido descubrí que ella, después de que lo fuera su madre en su día, era mi gran maestro en aquel momento de mi vida, pues ella era la persona que continuamente me ponía a prueba para ver si era capaz de mantener mi paz siempre y en todo momento.
Entonces rápidamente abrí mi cartera y la vi a ella, a mi hija (llevaba una foto suya); entonces mirándola a la cara le sonreí. Ella no entendía nada, seguía "picandome", pero ésta vez, como muchas otras veces, no entré en su juego, no entre en su energía provocadora.
Sin embargo reconozco que sigue siendo mi gran Maestra, pues ella me indica que puntos de mi ego aún debo trabajarme.
De regreso un día al centro de meditación me senté al lado de mi amigo y compañero para meditar junto a él. Después de la meditación le enseñé la foto de mi hija.
- Mi Maestra - Él se sorprendió. Me miró a los ojos y antes de que pudiera decirme nada, poniéndole mi mano en su muslo le dije - Nuestro Maestro me ayuda a encontrar la paz que todos llevamos en el interior de nosotros mismos, pero entiende que es mi hija quien me ayuda a saber qué cosas aún me hacen perder esa paz.
Rafael Santamaría