martes, 27 de agosto de 2013

CON EL CORAZÓN PARTIDO;original de Rafael Santamaría

Hace mucho tiempo, vino una vez a verme alguien con el corazón partido. Soy, o mejor dicho, cursé, osteopatía entre otros disciplinas  (aquel que coloca los huesos en su sitio), y aunque también estudié osteopatía visceral, aquella disciplina que devuelve a su lugar de origen  las vísceras del cuerpo humano  cuando éstas están descolocadas (por decirlo de alguna manera y para que nos entendamos);  y aún teniendo conocimientos acerca de otras materias afines; reconozco que aquello me superaba.
(Omito los nombres y los saludos que llevan implícito el nombre de las personas por respeto a la intimidad de las mismas)
-Vengo a que me recompongas – dijo él mientras tomaba asiento.
-Y cuéntame, ¿qué te pasa? – le pregunté
-Me duele la vida, me pesa el alma, y tengo el corazón hecho añicos -Un miedo me sobrecogió. Pensé: ¿y a hora qué hago, qué le digo?, si no sé qué hacer. Esto no es lo mío. Se ha equivocado de persona. El silencio invadió nuestra conversación –Vengo porque me han hablado muy bien de ti.
-Ya…, pero verás, agradezco muchísimo a la persona que te ha recomendado que vinieses que hablase muy bien de mi pero, creo que no te voy a poder ayudar. Yo no sé cómo tratar lo que te pasa.
-¿No?
-No, lo siento. De verdad.
-¿Y entonces a quién acudo?
-No lo sé; es que no sé muy bien lo que te pasa. Yo…
-Ya te lo dije antes cuando entré. Me duele la vida, me pesa el alma, y tengo el corazón destrozado. Pareces buena persona.
-Gracias.
-¿Nunca te has enamorado de alguien? – me preguntó clavándome la mirada.   –por un momento, de mi viejo saco de prejuicios salió un miedo injustificado, como lo son todos los miedos: ¿qué está haciendo, querrá ligar conmigo?; me pregunté.
-Si, claro –contesté, poniendo mi voz lo más seria que pude para marcar distancias.
-Y, ¿alguna vez ese alguien también se enamoró de ti?
-Sí, ¿por?
-¿Y alguna vez llegaste a pensar que esa persona estaba hecha para ti y tú para ella?
-Alguna vez pensé eso; sí. ¿y?
-Pues esa es mi pena, ese es mi dolor. La vida me duele porque ese mismo dolor es el que me priva constantemente de saber a dónde tengo que ir o qué es lo que tengo que hacer. Por primera vez soy capaz de sentir mi alma, pero la siento pesada, como un bloque de hormigón que he de llevar a cuestas; y no tengo fuerzas para llevarla, pues el corazón apenas bombea la cantidad de sangre suficiente para esta carga tan pesada.
Su sinceridad me relajó, y gracias a ella me guarde de seguir el instinto de mi ego a través de mis prejuicios, dándome cuenta una vez más de que como siempre, mi ego y mis prejuicios me habían hecho equivocarme de nuevo.  No sabía que decirle. No me salían las palabras. ¿Qué podía decirle yo si ya se lo había dicho todo él?
-Y además, la semana pasada me despidieron – entonces fue cuando  se puso a llorar. ¿Y ahora qué hago?; me pregunté – No sé por qué te cuento todo esto. No lo sé. ¡Dios!, estoy acabado.
-No digas eso -  No sabía cómo salir de aquella, así que me dejé llevar - ¿Y dónde está ella?
- Se ha ido.
-¿A qué te refieres con que se ha ido?
- Que se ha ido a su país. No es de aquí, no es española.
-¡Ah! – Menos mal, pensé; por un momento llegué a imaginarme que cuando dijo que se había ido es que se había muerto.
Entonces, “por arte de magia”, todo me vino hilado.
-No llores más, que tus lágrimas sólo empañan aún más tu dolor, y no lo limpian. – En ese momento  fui testigo de cómo mi voz se volvía como un susurro, y que esa misma voz provenía de algún sitio que no era yo, entendiendo por yo, aquel que siempre habla o habla demasiado –Dime una cosa: ¿cuándo se fue a su país?
- Hace dos semanas – dijo entre sollozos
-Y hace una semana que te quedaste sin trabajo, ¿no es así?
-Sí.
-¿Qué te ata a este lugar, a esta ciudad? – le preguntó mi voz.
- ¿Cómo?
- Que,  ¿qué te ata a este lugar, a esta ciudad?
-No sé qué quieres decir.
-¿Depende alguien de ti: tus padres, tienes hijos?, no sé.
-No.
-Y dime una cosa, ¿crees en una Inteligencia que lo gobierna todo bajo una perfección sin igual?
- ¿Te refieres a Dios?
- Si, podemos decir que me refiero a Dios.
- Pues sí, creo que sí.
- Pues Dios, te está dando ahora mismo la oportunidad de que vueles hacia donde ha marchado tu corazón. Si tuvieras trabajo no podrías ir, o lo tendrías más complicado; pero ahora, ahora eres libre. ¿De dónde es ella?
-De Colombia.
-¡Genial!, la Providencia te acompaña. No sólo puedes ir a verla, sino que además, si estáis hechos el uno para el otro te podrás quedar allí, porque conoces el idioma.
- Pero…
-¿Acaso no ves las casualidades de la vida? Te enamoras locamente de alguien que a su vez se enamora locamente de ti, pero ella se tiene que ir de vuelta a su país. La Divina Providencia escucha a tu corazón y dispone que sea como tu corazón siente. El Universo se reorganiza a tu favor y te desliga de tus compromisos con esta ciudad, con este país, dejándote sin trabajo. ¿Acaso no ves que es perfecto?
-Pero, ¿cómo iré?; hay que pagar el billete. Tendré que llevar un dinero.
-¿Acaso no te han indemnizado? Utiliza ese dinero que Dios ha puesto en tu camino para hacer buen uso de él yendo allí a donde tu corazón te lleve.
- ¿Y de qué viviré allí?
- ¿Tienes paro, no? – Él asintió con la cabeza – entonces hasta que encuentres un trabajo, siempre  podrás ir tirando con el dinero que te dé el paro – El se quedó en blanco. No sabía qué decir.
- Tengo miedo, lo reconozco.
-El cambio siempre produce miedo. Es lo que te han enseñado desde pequeño. Pero no es verdad. El miedo no existe más que en tu mente. Borra de la mente tus miedos, y serás libre. No los borres, y serás esclavo de tus miedos.
- Sigo teniendo miedo. No puedo dejarlo todo.
-¿Qué todo?, si aquí me has dicho que no tienes nada.
- ¿Y los amigos?
- No busques excusas. ¿Amigos?, ¿acaso van a dejar de ser amigos tuyos aquellas personas a las que tú llamas amigos sólo porque te vas con la mujer que amas? Pues vaya amigos tienes.
- Tengo miedo, ¡no lo entiendes!
- Hace muchos años, yo también tuve miedo, pero te voy a decir una cosa, yo fui. Conocí a una chica de un país extranjero, parecía que estábamos hechos el uno para el otro. Y aún teniendo más miedo que otra cosa, no quise tener que arrepentirme el día de mañana y fui.
- ¿Y qué pasó?
- Lo que te encuentras en el camino es del camino; y en el camino a veces se queda.
- ¿Y si a mí me pasa igual?
-Entonces regresarás a tu país de origen como lo hice yo. No desaproveches las oportunidades que la vida te da, porque nunca sabes si la vida te la dará dos veces.
Después de un silencio que aprovechó para serenarse…
-¿Qué te debo?
-Nada. Bueno sí, envíame una postal desde Colombia. Sólo así sabré que hice bien mi trabajo.
Kriya yogui Rafael Santamaría

@kriya_yogui