jueves, 6 de octubre de 2016

LA VIDA; original de Rafael Santamaría

La vida en este plano físico de conciencia no es el paso de los años por el cuerpo. Ni tan siquiera son los recuerdos que se guardan bajo llave en el desván de la memoria y/o en el baúl de la nostalgia. Como tampoco son los sueños frustrados, ni las promesas incumplidas; o los amores inacabados en el seno de un corazón afligido.
La vida en este plano físico de conciencia es la vida que hemos llevado; pero no lo que fuimos mientras estuvimos vivos, sino lo que hicimos mientras gozabamos de vida. Pues el éxito en la vida no lo da el destino que se marca cada uno, ni las metas u objetivos, éso son sucedáneos para un paladar atrofiado de una cultura espiritual; sino la forma de caminar por el camino que la vida nos lleva y que de alguna manera antes de venir a este mundo hemos escogido como escuela para la evolución de nuestra conciencia.
Muchas veces me hago la injusta reflexión de qué es lo que he conseguido en ésta vida, pues miro a mi alrededor y no veo nada, nada de lo que me gustaría ver. Pero, ¿y qué es eso que tanto me gustaría ver?
La impaciencia de un corazón domesticado por mi mente me hace soñar con verdades a medias, con sueños de otros comercializados bajo el sello de la cultura del materialismo. ¿De verdad quiero eso? - me pregunto.
¿Qué anhelo de verdad?
Una pregunta cuyo sello no se puede franquear en el destino de la logia del modo de vida materialista.
La interiorizacion de la mente es el camino al auto descubrimiento, y ése auto descubrimiento individual y personal es la razón de ser de cada uno en ésta vida.
No se trata de buscar la felicidad, ésa búsqueda es un camino sin retorno que no lleva a ninguna parte (no os perdáis yendo por ahí) sino de ser felices en el enjambre de los problemas cotidianos de la vida sin permitir que el veneno emocional de la picadura de cualquier dificultad nos cause alergia estacional en nuestra vida.
El ego, nuestro ego, siempre va a estar ahí; va circunscrito a nuestra existencia en este plano físico, pero alimentarlo con la continua identificación con lo que nos pasa, rasga las vestiduras espirituales de nuestra alma dejándola desnuda ante el frío invierno que supone esta vida para la conciencia que está identificada con el cuerpo.
El abrigo del ego no guarda el calor espiritual del alma, pues es sólo el propio abrigo de una conciencia libre de toda identificación el que nos protege del frío invierno de los problemas que conlleva la vida.
Puedes pasarte la vida luchando contra ella o contra ti mismo; contra ella: acabarás perdiendo la vida; contra ti mismo, si ganas, obtendrás la inmortalidad a éste plano físico de conciencia al que erróneamente llamamos vida.
Tú decides, pero el tiempo pasa, y ésta vida es tiempo: el tiempo que pasas por ésta vida.
La seguridad y estabilidad que buscas fuera de ti es imposible de obtener; piensa que es como si quisieras encontrar una embarcación en la que a bordo de ella no se notase jamás el oleaje de las aguas del mar de ésta vida por minúsculas que fueran a veces sus olas.
Pero razona por ti mismo si no has de aprender a no marearte en este mar de circunstancias sea cual sea la embarcación con la que te haya tocado navegar; si no has de aprender a nadar en la infinitud de tus pensamientos sin ahogarte con ellos; y si no has de cruzar el ancho mar de esta vida sin buscar más bote salvavidas que tu propia conciencia libre de ego.
Y no encalles en la isla del costumbrismo y la desidia y sobrevivas allí dejando que el tiempo pase, pues quien naufraga en la isla de su amargura sin hacer por escapar a su propia condena, muere víctima de la más profunda de las soledades.
Rafael Santamaria