sábado, 29 de marzo de 2014

EL DIOS DE NUESTRA ÉPOCA: LA MEDITACIÓN; original de Rafael Santamaría

Para muchos, parecería que en estos tiempos que corren, con todos los adelantos tecnológicos y la sociedad de consumo en la que está inmersa la conciencia del hombre, Dios se hubiera quedado a tras porque es de otra época. Pero si lo miran ustedes bien, desde hace 2000 años para acá, tan sólo ha cambiado el entorno de la vida del hombre: sus casas, sus edificios, sus ciudades,..., en definitiva, todo lo que le rodea, (o de lo que se rodea); nunca se ha producido un cambio interno; prácticamente seguimos teniendo el mismo comportamiento, y seguimos siendo manipulados y gobernados con los mismos fines que por ejemplo en la época de los romanos: "pan y circo"
En muchos de los países desarrollados, al tener una mayoría de gente que aún asocian a Dios con la llegada de uno de los últimos grandes Maestros que se encarnó en este plano: Jesús, la evolución de la conciencia humana ha quedado relegada a aquel momento de la historia de la humanidad.
La ciencia se ha apoderado de la mente del hombre. Este hecho no es un hecho negativo para el desarrollo y entendimiento del hombre, pero le ha hecho depender demasiado del razonamiento y la demostración empírica bloqueando así su parte sensitiva. Pues todos los adelantos se han producido en el campo de la investigación científica, llevando así a la desnaturalización del hombre debido cada vez más a su falta de su sensibilidad.
Los sentimientos del hombre han quedado relegados a un estudio estadístico ya que la ciencia lo único que puede decir acerca de ellos son las sustancias químicas que segrega nuestro cerebro ante la variedad de los distintos sentimientos que parejos a las emociones hacen su entrada en el día a día de la vida del hombre, por lo que se puede deducir que se nos trata en "masa" o como a un número (estadísticamente hablando) aunque nosotros creamos, porque así nos lo hacen creer, que tenemos un trato diferente. Somos "durmientes" de una sociedad que nos tiene adormecidos.
Por otra parte, con todos los supuestos adelantos de los que goza la ciencia, el cerebro del hombre sigue siendo ese gran desconocido. Sabemos, como nos sucede con casi todo en la vida, "de qué está hecho" y "más o menos cómo funciona", pero no sabemos ni cómo utilizarlo, ni cómo sacarle rendimiento, salvo eso sí, para preocuparnos o crearnos una atmósfera de pensamientos negativos en la que nos sumergidos muchas veces creándonos nuestra propia película interpretativa ante los circunstancias que nos acontecen.
Pero si de nuestro cerebro se sabe poco, y pareciera por lo que se ve que ésto no es importante o que a nadie le importa mucho, cuando éste, nuestro cerebro, es el motor de nuestra vidas, del amor no es que no se sepa poco, es que aún no sabemos nada.
Si ustedes se hacen preguntas, verán que siempre aparecen tres interrogantes que son el pilar de la respuesta a sus preguntas: Dios, la mente (o cerebro) y el amor; justo, esos aún grandes desconocidos de nuestra época.
Intenten buscar a Dios, o a su mente, o el amor que hay en su corazones, a través de uno de los grandes motores de búsqueda que hay hoy en día (en internet): google, y la información que les llegará será algún tipo de invitación para unirse a alguna red social, o en su defecto, algún tipo de definición que conceptúa el motivo de nuestra pregunta para dándonos una "palmadita en la espalda" dejarnos tranquilos al haber encontrado "algo" en lo que se puede englobar tanto misterio: una definición, para que así nuestra mente se quede satisfecha entendiéndolo de esa manera tan limitada=a través de conceptos (conceptuando las cosas)
Las religiones siempre han intentado despertar el corazón del hombre cuando estas mismas religiones eran vírgenes a los intereses manipuladores con los que el hombre desfiguró el verdadero sentido de la religión llevándolo al vertedero de su egocentrismo.
Dicen que cuando el cielo se cubre de nubes se avecina tormenta, y que después de la tormenta el cielo siempre luce más nítido que antes.
Vivimos en tiempos revueltos que acechan tormenta. El chaparrón de la desilusión, la ventisca de una falta de moral y ética, y sobretodo, la ausencia de Sol (de Luz), es decir, la ausencia de amor en nuestras conciencias por la acumulación de nubes, de pensamientos oscuros o negativos, traerá como consecuencia la inminente tormenta de una falta de identidad propia, de una falta de identidad hacia nuestra verdadera naturaleza: nuestra alma.
Es hora de despertar, de dejar de ser durmientes de una sociedad, de unos hábitos, costumbres y valores que nos mantienen adormecidos en el costumbrismo de la inercia que nos marca nuestro ego.
La meditación ahonda en la verdadera naturaleza del hombre: el alma y la fuente de esa alma: El Espíritu (Dios). Quien medita y persevera en su meditación se encontrará ante sí mismo en el espejo de la auto realización.
Rafael Santamaria

miércoles, 19 de marzo de 2014

SI TE RELAJAS FLOTAS; original de Rafael Santamaría

"Si te relajas flotas" Esta es la frase que escuché en mi última meditación antes de absorberme en un estado indescriptible.
Me encontraba meditando guardando el más absoluto silencio en la más profunda quietud.
Concentraba toda mi atención en el flujo de la energía vital que recorría mi columna vertebral.
Llegado el momento, desconecte mi atención y me permití sentir.
Un estado mágico de paz me envolvía.
Después de un tiempo (el cual no sabría especificar cuánto) en este estado, empecé a sentir "una pérdida de control"
Era como si me estuviese mareando y me fuese a desmayar. Imposible!, por otra parte, pues estaba sentado y en perfecta quietud y consciencia.
Empecé a tener miedo a esa sensación que iba y venía: miedo a esa sensación de pérdida de control que se parecía a un mareo.
Entonces de repente, como si estuviera delante de una gran pantalla de cine, a través de una proyección mental, me vi en medio del mar agitando los brazos fuertemente para no ahogarme.
Mientras me veía en esa situación me preguntaba a mí mismo: "pero si yo sé nadar; qué ha pasado para que esté agitando los brazos y luchando por sobrevivir?"
Visualice la expresión de mi propio rostro luchando por no ahogarse, y estaba claro que por lo que me transmitía aquella expresión, no sabía nadar y tenía miedo a ahogarme.
Me angustie.
El paralelismo entre la angustia que me transmitía aquella proyección mental de que me estaba ahogando, y la sensación que tenía de pérdida de control de mí mismo en aquella meditación crecía cada vez más.
Empecé a sentir una especie de sudor frío que recorría ascendentemente mi columna vertebral yendo desde el coxis hasta el occipucio.
Una voz se dirigió a mi sueño: a mí proyección mental: "Si te relajas flotas. Fíjate en un muerto, un muerto flota en el agua.
Si te relajas, flotas"
Aquella voz tenía razón, los muertos no se ahogan, flotan. En ese estado de relajación en el que uno ya no lucha con nada, uno flota. Sólo tenía que dejarme llevar, pero mis miedos y mis luchas no me permitían creerme que si me relajaba flotaría, y sabeis por qué?, porque no estaba seguro de que supiera relajarme, es decir, de que supiera soltar mis miedos.
Mis miedos, mis inseguridades, y mis luchas internas, no me dejaban relajarme.
Pero no fue sino hasta ese momento en el que me di cuenta de que no sabía relajarme porque vivía con una tensión de la que no era consciente debido a mis miedos y mis inseguridades.
"Si te relajas flotas" me volvio a repetir la voz.
"Ayúdame!" le dije yo.
"No te hace falta mi ayuda. Si te relajas flotas"
"Por favor se lo suplico, me estoy ahogando. No aguantaré mucho más"
"Te ahogas porque quieres. Si te relajas flotas"
Centrado en mi lucha por intentar no ahogarme desoí los sabios consejos de aquella voz.
Empecé a tragar agua. El pánico me sobrecogio.
Grité una vez más: "Ayúdeme, ayúdeme, se lo suplicó!"
Pero aquella voz ni me escuchó ni me ayudó.
Entonces por primera vez en mi vida me relaje (Y eso que yo pensaba que sabía relajarme)
De buenas a primeras me vi flotando en el mar. No me había ahogado. Flotaba como flotan los muertos, pero estaba vivo.
Cuando quise darme cuenta (en mi meditación) observe que no estaba dentro del cuerpo. También había desaparecido la sensación de pérdida de control y el supuesto mareo.
Un monje me dijo una vez: "Meditas estresado, meditas esperando algo a cambio de tu meditación. Relájate, no esperes nada, tan sólo medita"
Cuanta razon tenia, ahora lo entiendo.
A ti te digo pues:
Para qué agitas fuertemente tus brazos y tus piernas ( para qué pones tu mente y tu cuerpo en estado de alerta) en medio del mar (en medio de tus asuntos personales los cuales vives como una continua agresión hacia ti )
Relájate (suelta), un muerto flota en el agua.
Aquel que se deja llevar entre las aguas de lo que la vida le quita y de lo que la vida le da nunca se ahoga, pues sólo quien acepta lo inevitable como parte de lo convenido para su evolución, progresa de acuerdo a un orden divino de las cosas.
Rafael Santamaría

sábado, 15 de marzo de 2014

A TI, QUE TE ESTAS CURANDO; original de Rafael Santamaria


Como siempre, buscamos la solución fuera como si ahí fuera estuviese la solución. Y es cierto que encontramos remedios, pero nunca la solución. La solución está dentro de nosotros, pues la verdadera solución somos nosotros mismos.
Que Dios más malo!, si no nos hubiera dado el potencial de podernos sanarnos a nosotros mimos, y no digo a través de remedios externos: hierbas medicinales, y en su defecto, medicamentos; me refiero al verdadero remedio: al remedio interno.
Hoy en día se empieza a dar de nuevo importancia a que es nuestra mente, a través de nuestros pensamientos, la que origina un estado de desequilibrio en el cuerpo al que llamamos enfermedad.
Hace miles de años ya se hablaba de ésto: "mens sana in copore sano." Si me preguntan dónde está entonces nuestra evolución, no tengo una respuesta.
Intentamos sanar un cuerpo a base de remedios externos sin modificar la estructura del causante de la enfermedad: nuestros pensamientos; por eso somos incapaces de resolver las grandes incógnitas de las enfermedades que aún asolan el cuerpo humano. Aplacamos la enfermedad, la manifestación (síntomas) en el cuerpo de nuestros pensamientos, haciendo que ésta mute hacia otras estructuras o, en su defecto, que se cronifique a través de la aniquilación del síntoma, o la disminución, hasta niveles inapreciables, de éste.
Si bajamos hasta niveles inaudibles el avisador acústico que nos indica que el coche se está quedando sin gasolina porque nos molesta dicho ruido, muy probablemente nos quedemos sin gasolina cuando menos los esperemos por no haber hecho caso a dicho sonido, que está ahí para eso: para informarnos.
Es cierto que la alimentación, como la gasolina lo es para un coche, es fundamental para el buen funcionamiento del cuerpo humano, pero en verdad el cuerpo humano se rige y obedece por el poder de la voluntad de sus pensamientos; así y de la misma manera un coche no funciona sin gasolina, pero el que lo estrella y/o hace que funcione mal es el conductor negligente, o el usuario que no cuida de él como debiera, y no la falta de gasolina, o la gasolina en mal estado, ya que ésta la introduce en el deposito de la gasolina el dueño del coche, y no el coche.
Cuando la conciencia modifica la estructura de los pensamientos, el cuerpo evoluciona enfermando.
La enfermedad y sus síntomas, siempre es freneda por los miedos mentales con los que el ego domina nuestra existencia corpórea: el miedo a la muerte. Ya que en nuestra "programación" mental (ego) nos han enseñado a identificar la enfermedad con la muerte, en vez de verla como un estado evolutivo de conciencia que se manifiesta entre otros, a través de unos síntomas en el cuerpo.
El miedo a enfermar es un miedo hacia nuestra propia evolución del que constantemente hacemos oídos sordos.
La enfermedad ayuda al cambio, pues la verdadera sanación es sinónimo de aprendizaje.
De qué otra manera puede el hombre aprender si no es a través de sus errores; y de qué otra manera si no, esos mismos errores pueden hacerse palpables, si no es a través del nivel de conciencia donde hoy en día el hombre aún tiene puesta su atención: el cuerpo.
Rafael Santamaria