martes, 16 de noviembre de 2010

YO SOY;original de Rafael Santamaría

No sois más que la luz que en la penunmbra de su vida busca su propia luz, busca a Dios.
A vosotros:


"Yo soy la Verdad que inspira el amor en los hombres; dichosos aquellos que conocen ésta Verdad y saben de Mi por Ella.
Porque todo lo que habéis de saber esta en Mi; y porque todo aquello que decís saber Soy Yo. Pues el que toma su camino en Mi llega hasta Mi; mas habéis de saber también que el que abandona su búsqueda me abandona a Mi.
Yo Soy el que inspira al poeta, pero también Soy la poesía y el verso; Yo Soy el Todo en la parte, y también Soy cada parte del Todo.
Hasta mi viene todo aquel que escucha la voz de su alma; Mi Voz. Pues Mi Voz es el sonido que no tiene voz, pero quien me conoce, ha oído hablar de Mi por Mi Voz. Por el contrario, de Mi no sabe el ignorante que pese a su ignorancia no quiere oír hablar de Mi, no quiere oír Mi Voz. Pues aquel que dice ser feliz en su ignorancia, su ignorancia le hace feliz; y oír hablar de sabiduría perturba su tan inalterable felicidad llamada ignorancia.
Mas será sólo en Mi presencia como todos me reconoceran, solo que para verme tal y como Yo Soy, han de ser primero ellos tal y como Yo les he creado.
Mi Ser les dio la vida, y en esa vida viven hasta que regresen a Mi. Incontables vidas habrán de pasar hasta que recuperen su memoria espiritual; mas aquel que abre su mente a Mi Mente, aquel recuerda de Mi lo que Yo Soy en el. Todo cuanto ha de hacer el hombre es vivir en Mi; pues viviendo en él es como se perdió como hombre.
Si a todo cuanto hicierais no le dierais vuestro propio sentido, y al no dárselo, dejarais de reclamar lo que creéis que es justo, sabríais que la justicia Soy Yo, y que en ella no está el sentido de justicia que buscáis fruto de vuestros actos.
Pues cada cosa que hagáis habéis de hacerla por amor, y como tal, ofrecérmela a Mi. Mas aquel que hace en virtud de lo que desea recibir, aquel se ata sin saber desatarse al yugo de lo que desea. Pero todo deseo es impropio del hombre que de Mi sabe, pues él conoce que por el valor que se da a las cosas el hombre o mata o muere; mas no así sucede con el que santifica con amor cada cosa que hace en Mi Nombre. ¿Pues de qué puede morir el que vive en Mi, si la muerte solo sucede a los que en Mi aun no se reconocen?. 
Pues Yo Soy la vida eterna que mora en cada uno de vosotros; Yo Soy el amor que no conoce dicha porque El es la dicha.
Quien es en Mi la oración que es en él, ora para Mi rezando por él. Y en ese ruego llamado oración, me ha encontrado fruto de su verdadera devoción. Pues quien me ama como Yo le amo, me ha encontrado; ha encontrado mi Ser en él. Y sabrá entonces que el amor ni duele ni dolió, duele el desapego a la persona amada.
Pero aquel que sabe de Mi, ya no ama con las ilusiones que emanan de su mente, aquel ya ama por amor; y su mente esta en Mi al igual que su corazón. Vive en Mi como Yo en él.
De aquel del que Yo hablo, aquel se liberó de todo sufrimiento que alberga la mente que de Mi no sabe. Aquel del que Yo hablo, aquel es libre en Mi; libre del dolor que engendra el apego, el ego, y los deseos.
Y habéis de saber, que dado que vuestra comprensión es limitada, nada de esto que os he contado debéis intentar comprender. Pues al igual que la semilla brota sin mirarla crecer, así brotare Yo en vosotros. Todo lo que necesitáis de Mi ya os lo he dado. Ahora tan sólo os falta crecer"

Rafael Santamaría
Técnicas de Relajación ZEN
C/Huesca 29
629 309 929

sábado, 6 de noviembre de 2010

BASTA CON AMAR A DIOS PARA SENTIRSE AMADO; original de Rafael Santamaría

No todo el que cierra los ojos ve a Dios, salvo el que al cerrar los ojos, abre sus ojos a Dios.
A vosotros:

"En verdad os digo que no sabréis de mi por mí, sino que sabréis de mi por aquellos que vinieron a mí.
Pues toda singular forma de entender lo que yo digo viene antes por comprender primero lo que vosotros decís.
Vuestras palabras son el comienzo de las mías, y las mías, son aquellas que dan sentido a lo que las vuestras empezaron diciendo.
Y habéis de saber que la sabiduría que lleváis implícita es el reconocimiento de Dios en vosotros. Recordar quiénes sois, de dónde venís y por qué, es misión vuestra, es la misión de vuestra vida; pero vuestra memoria espiritual es tan débil como lo es vuestra fuerza de voluntad.
Allí donde vosotros ponéis vuestra atención, allí es donde empieza el misterio con el que vinculáis vuestra vida a este mundo; pero no es ese el verdadero misterio. Pues el único misterio que tiene vuestra vida obedece al sentido que dais a vuestro amor;  y así, a más amor, más sentido tendrá vuestra vida, y a menos amor, menos sentido tendrá vuestra vida. 
No seáis pues como la mente que gobierna al hombre, ser mejor como la mente con que Dios se manifiesta en el hombre. Ser conciencia, es decir, abrir vuestra mente al amor con que Dios se manifiesta en vosotros a través de vuestra alma.
Pues todo el mar que gobierna las aguas del mundo es vuestra conciencia, pero si vosotros sólo os identificáis con una parte de ella, no seréis mar, no seréis conciencia; seréis la mente que se apartó del mar al creer en la individualidad de su ego, al creer, en definitiva, en el personaje que representa en esta gran obra cósmica llamada vida.
Pues habéis de saber que en toda obra teatral, lo que muere es el personaje y no el actor; así y de la misma forma, muere el hombre pero no su alma.
Aquietad pues primero el oleaje de vuestra mente: vuestros pensamientos, para estando el mar en calma, sea a través de esa calma como lleguéis a estar en paz con vosotros mismos. Y será entonces cuando dicha calma, dicha paz, os deje profundizar en vuestras aguas, en vuestra mente. Y entonces, hallaréis el misterio de las profundidades que perdisteis al naufragar en las playas del ego. Hallaréis a Dios en vosotros: vuestra conciencia espiritual llamada alma. 
 Y no es sólo el camino que el hombre sigue el que ha de seguir para encontrar lo que yo os digo, es el camino en sí, es decir, el hombre en sí mismo, el que ha de seguir para encontrar no lo que yo os digo, sino lo que significa lo que yo os digo; para encontraros, en definitiva, a vosotros mismos.  
Y no intentéis hacer de vuestro intelecto vuestra sabiduría, pues vuestra sabiduría es la página con la que vivís el diario en el que Dios escribe con amor todos los días.
Y no intentéis desenfrenar vuestro ruido mental con aquellos que os acompañan en vuestro periplo por esta vida; pues en verdad os digo que es más fácil aconsejar que llevar a la práctica vuestros propios consejos.
Pues en verdad, en verdad os digo, que os será más fácil ver lo que no queréis ver y verlo en otros, que ser transparentes a vuestros propios ojos.
Porque es más fácil criticar que ser críticos con vosotros mismos.
Porque es más fácil herir, que curar las heridas.
Porque es más fácil matar un recuerdo, que rescatarlo del olvido.
Porque es más fácil huir en la ayuda, que ir presto a socorrer.
Porque es más fácil engañar, que decir la verdad.
Porque es más fácil tomar el atajo más corto, que recorrer el camino más largo.
Porque es más fácil hacerse la víctima de todo acto, que ser testigo de nuestro propio aprendizaje.
Porque es más fácil dominar y oprimir, que dar la libertad de elegir.
Porque es más fácil insultar, que pedir perdón.
Porque es más fácil recriminar, que verse uno en esa situación.
Porque es más fácil pedir, que ser ofrenda.
Porque es más fácil enemistarse, que hacer amigos. 
Porque es más fácil rezar a Dios, que ser la oración con la que se Le reza.
Porque es más fácil amar, que ser amor.
Porque es más fácil pensar, que ser pensamiento.
Porque es más fácil saber, que ser sabiduría.
Porque es más fácil sonreír, que ser sonrisa.
Pero en verdad os digo que todo lo que os resulte cómodo y fácil flaqueara vuestra entereza espiritual; así pues, apostad siempre por aquello que mantenga en vilo vuestra vigilia espiritual.
No seáis pues como el mercader que comercia con todo lo que da riquezas, pues pronto se quedará sin género y de una u otra manera tendrá que robar. Ser mejor como el campesino que labra sin ánimo de lucro su propio campo, su propio destino; pues en él toda siembra dará su fruto porque el fruto de su siembra fue el amor con que cultivó su cosecha.
 Nada consigue el hombre que busca los frutos de sus actos, pero aquel que hace sin hacer, aquel que todo lo que hace sólo lo hace por el bien que genera su amor al hacerlo, aquel tendrá la recompensa que no buscó; aquel tendrá el fruto del amor a sus pies.
No hagáis nada pues por interés; haced las cosas por amor y estaréis cosechando en las tierras del cielo lo que Dios cultivó; estaréis cultivando la fertilidad de vuestra propia alma en el camino espiritual que es Dios.
Haced y dejad hacer; vivid y dejad vivir; amad y dejar amar.
Basta con amar a Dios para sentirse amado.
Todo cuanto tenéis que hacer está en vosotros"


Rafael Santamaría

martes, 2 de noviembre de 2010

EL REY,LA ESPADA, Y EL AMOR DE UN HERRERO; original de Rafael Santamaría

Quien empuña la VERDAD, no necesita de espada.
A vosotros:

"Hasta el reino perdido del corazón, hace ahora muchos años, un hombre llegó invocando la oración del amor. Aquel hombre amaba a una mujer, pero aquella mujer estaba desposada con el soberano del reino. Y aunque su amor era profundo y verdadero, aquella mujer ni tan siquiera sabía que aquel hombre existía.
Una mañana, aquel hombre, fue llamado a presencia del Rey por su destreza en el arte del fundido del hierro, pues como herrero había conseguido forjar las mejores armas del reino. El Rey le pidió que le hicera la mejor espada que jamás hombre alguno hubiera portado sobre la faz de la tierra. Y aquel herrero, forjó del metal más preciado, la espada más pefecta que nunca hasta entonces los ojos del hombre habían visto. Cuando la hubo terminado se la llevó al Rey, y éste, al verla, quedó tan impresionado que se quedó sin palabras. Y mientras el Rey observaba aquella espada, el herrero le desveló el secreto de aquel acero.
- Majestad, - dijo el herrero - permitidme deciros que la espada que para vos he fraguado es letal, tan letal, que ni el más valeroso de vuestros enemigos, al verla, se batirá en pugna alguna contra vos. Pero he de deciros majestad, que para conseguir tales efectos en  ella, no sólo empleé los mejores metales; también majestad, invoqué al Dios de la guerra y al Dios de la muerte, y sobre la espada que levantan ahora vuestras manos, no sólo pesa por la fuerza que necesitáis para izarla, pesa también en ella el hechizo de la guerra y la destrucción. Así pues majestad, una única advertencia: habéis de saber que con ella  podréis dar muerte a todo aquel que albergue odio en sus entrañas, pero tened cuidado con el que es noble de corazón, pues ante ese, vuestra espada será tan vulnerable como cualquier otra.
- Como se nota que no habéis lidiado batalla alguna, -replicó el Rey - pues en ellas no hay oponente que no desee la muerte de su contrincante. El odio siempre reina entre los que se baten a muerte. No temáis pues por vuestro consejo, pues la nobleza es un título, no un arte que se emplee en contienda alguna. Y decidme, ¿qué queréis a cambio de tan preciado metal?
- Lo que yo deseo vos no podéis darmelo sin renunciar antes a vuestro mayor tesoro, así pues, pagadme en oro lo que de otra manera no podrías pagarme.
- ¿A qué tesoro de los que poseo os referís?
- A vuestra Reina.
Y al decir esto, el Rey se enojó tanto, que haciendo uso de su nueva espada, le cortó la cabeza de un sólo golpe por osado.
La cabeza de aquel herrero rodó hasta los pies de la Reina, que al mirarla fijamente, comprendió el significado de la pasión del amor: una cabeza desbocada que sin más lógica que sus sentimientos, no duda en ponerse a los pies de la persona amada por amor.
Y al enfundar el Rey la espada, éste también compredió el hechizo que pesaba sobre aquel metal, pues de todos fue sabido, que aquella espada sólo pudo quitar la vida de aquel noble corazón que perdió la cabeza por amor, pero lo que no pudo, es borrar la verdad del amor que yacia en su corazón.
Y aunque por mucho tiempo aquella Reina se mantuvo al lado de aquel Rey, nunca existió antes tanta distancia entre dos personas que ni el roce de la convivencia pudo mediar en su reconciliación.
El Rey murió solo aún estando su Reina al lado. Pero es que la compañía engaña cuando la soledad es la que acompaña. Y aquel Rey fue enterrado junto a su espada, y con ella murió un Rey que vivió lejos de la mujer amada, aún teniéndola cautiva en su morada.
Y de aquella Reina se cuenta que aunque a su muerte fue enterrada al lado del Rey, hacía ya años, tantos como aquel herrero declaró su amor por ella, que su tumba yacía junto a la del hombre que forjó el amor que le daría sentido a su vida.
Y cuenta el saber popular, que desde entonces, no hay hombre sobre la faz de la tierra que no haya perdido la cabeza por amor, ni mujer, que sin amor, no haya vivido fingiendo ser amada"

Rafael Santamaría
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