martes, 26 de agosto de 2014

LA VERDAD; original de Rafael Santamaría

-Maestro, qué busca aquel que se halla buscando la verdad?
-A sí mismo fuera de sí mismo.
-Y aquel que la encuentra?, Maestro. 
-Aquél ha encontrado la verdad en sí mismo.
-Entonces, qué es la verdad?, Maestro. La verdad es uno mismo?
-La verdad, cuando es mente, es todo aquéllo que tu mente te haga creer que es verdad. 
-Y cuándo no es mente?, Maestro 
-Cuando no es mente, entonces es la verdad. 
-Entonces Maestro, la mente nos engaña?
-Tus pensamientos te engañan. 
-Y la mente no?, Maestro.
-La mente es atención. Cuando tu mente está en tus pensamientos, tu mente se está dejando influenciar por tus pensamientos. 
-Maestro, pero no es la mente la que piensa? 
-Si tu mente es la que piensa, entonces quién eres tú? 
-Yo soy mi alma; usted lo ha dicho. 
-Si tú eres tu alma, y tu mente según tú es la que piensa, cómo te explicas entonces que lo que piensa tu mente pueda afectar a tu alma?
-Porque mi alma está identificada con mi mente?, Maestro 
-Casi, porque tu alma se halla identificada con tus pensamientos a través de tu mente. Si tu mente en vez de fijarse en los pensamientos centrase su atención en el alma, verías esta vida desde otra perspectiva. 
-Y cómo puedo fijar mi atención en mi alma?, Maestro 
-Recogiendo la mente en sí misma.
-Y cómo se hace éso?
-Recogiendo el poder de tu atención, tu mente, y llevándolo hacia el interior. 
-Hacia qué interior? 
-Hacia el interior de uno mismo.
-Y dónde está ése interior de uno mismo?, Maestro
-En el silencio interior.
-Y dónde está ése silencio interior?, Maestro 
-En la paz de tu alma. Cuando el alma deja de identificarse con los pensamientos a través de la mente, el alma se halla de nuevo en paz, deja de sufrir, se ha encontrado a sí misma; tan sólo hay que invertir la dirección de la mente, la dirección del poder de nuestra atención, para que el alma vuelva a encontrarse en paz, vuelva a encontrarse consigo misma. 
-Si pero, y a dónde llevo la atención de mi mente para que mi alma deje de identificarse con los pensamientos? 
-A tu respiración. Haz que tu respiración sea mente. 
-A mi respiración!, Maestro.
-Si, a tu respiración. Cuanto más observes tu respiración ésta, al igual que tu mente, más silente se volverá; hasta que llegará un momento en que desaparecerá, al igual que tus pensamientos. Entonces el alma, libre de todas sus ataduras: libre de la mente, y libre de la respiración con que se halla sumisa la mente, decide a voluntad si quiere volver a identificarse con la mente y "respirar": creer que necesita de la respiración para poder seguir viviendo identificándose a través de la mente con el pensamiento de que ella es el cuerpo que habita, o vivir en la inmensidad de su propia conciencia.
-Pero, y qué tiene que ver la respiración con el alma?, Maestro 
-El alma necesita respirar para vivir? 
-Para ser ella misma no, pero para desenvolverse en éste plano material a través del cuerpo físico sí.
-Y tú quién quieres ser: tu alma, o la identificación de tu alma con éste plano físico? La respiración hijo mío, es el cordón umbilical que ata tu alma a éste cuerpo físico mientras tu alma siga creyendo que necesita de ése cordón para poder vivir porque se encuentra identificada con el pensamiento: yo soy éste cuerpo, y con todos los consiguientes pensamientos que se derivan de éste primer pensamiento.
-Maestro, pero si mi cuerpo deja de respirar me muero. 
- Todo es pensamiento, hijo mío; dime sino quién muere?: el pensamiento de que necesitas respirar identificado éste con la forma corpórea de tu cuerpo, o la conciencia de tu alma? 
-El pensamiento de que soy un cuerpo y necesito respirar, Maestro 
-La existencia como realidad de ése cuerpo físico que habitas está sujeta únicamente al pensamiento de que tú eres ése cuerpo. Cuando ése pensamiento se desvanece por la falta de identificación con él, surge una conciencia presencial libre de todo pensamiento. Surge la verdad. Pero dime: dónde está para ti la verdad? Qué te dice tu intuición? 
-Qué está más allá de todo lo que conozco? 
-Así es. Está más allá de todo lo que conoces porque tan sólo conoces las cosas a través de tus cinco sentidos y el poder de tu razonamiento. Debes calmar tu corazón calmando tu mente y tu respiración. Cuando tu corazón se encuentre en paz, él te llevará al conocimiento de las cosas más allá de tus cinco sentidos.
-Y qué es más importante Maestro, la mente o el corazón? 
-Todo lo que es importante para tu mente es importante para tu corazón. Para qué los divides si ambos van juntos y son uno sólo? No te das cuenta de que al dividirlos aparece en ti el sentimiento de individualidad, y éste no es otra cosa que el origen del pensamiento yo soy éste cuerpo? 
-Pensaba que el corazón era prioritario. 
-Quién pensaba que el corazón es prioritario, tú: tu alma, o tu ego: tu forma de pensar basada en la individualidad de las formas? Hijo mío, todo pensamiento lleva al error cuando éste procede de la interpretación de las cosas. Todo es mente, todo es la atención que pongas sobre tus pensamientos.
-Y cuándo la atención, la mente, no la centramos en nuestros pensamientos?, Maestro 
-Entonces la mente está en silencio, y la atención, la mente, se vuelve conciencia presencial. 
-Y Maestro, qué es la conciencia presencial?
-Hijo mío, algún día entenderás que cuando la mente, el ego a través de la mente, deja de interpretar, de opinar, de razonar, de buscar motivos..., no es, y nunca ha sido, la "intérprete" de cada situación de tu vida, como hasta ahora viene sucediendo, sino que ella es por derecho propio el "compositor", el creador de cada momento de tu vida. Tu alma ha venido a expresarse a través del potencial de la mente, y no ha exclavizarse en torno a sus juicios y deseos. Y ésta es una parte de la verdad que deberás descubrir antes de hallar ante ti la verdad. 
Rafael Santamaria

lunes, 25 de agosto de 2014

A MIS HIJOS; original de Rafael Santamaría

-Cuanto más tiene el hombre más pobre es, pues es su deseo de tener lo que lo empobrece.
-No te entiendo, papá.
-Yo tampoco.
-Fijaros si no en aquellos que empezaron no teniendo nada: lo "amargamente" felices que eran, y cuando obtuvieron lo que ambicionaban, cuan vacíos se encontraron al no poder llenar con la materialización de sus deseos banales las arcas de la felicidad.

En la continua búsqueda de ése "algo más" que ansia todo ser humano para poder ser feliz siempre se encuentra el hombre, más tarde o más temprano, vacío ante todo "eso" que él creía que le podía hacer feliz (se encuentra vacío ante toda ésa felicidad que pensaba que podría obtener a través de la satisfacción de sus deseos), ya que el limitado mundo de las formas (la materia) no puede satisfacer nunca los anhelelados "deseos" del alma por reencontrarse con su Hacedor; pues he ahí, ciertamente, la verdadera felicidad.
El materialismo, y su primogénito: el consumismo, agotan poco a poco las escasas y ya difusas, para el hombre, fuentes espirituales con las que verdaderamente se alimenta la felicidad de nuestros corazones; pues el hombre quiere siempre lo que no tiene al sentir siempre un vacío que no sabe cómo llenar con lo que tiene.

-Papá, por qué muchas personas no son felices con lo que tienen? - me preguntó en cierta ocasión mi hija.
-Porque lo que tienen no puede hacer feliz a sus corazones.

Y así de nuevo me viene a mi mente la misma frase: cuanto más tiene el hombre más pobre es (más vacío, espiritualmente hablando, se siente)
Un alma vacía de Espíritu es siempre un alma pobre, y un alma pobre no deja de ser nunca una pobre alma.
Es el querer tener: la expresión física de nuestros deseos, lo que retroalimenta a nuestro ego no dejando así escapar al alma de la finitud de la prisión corpórea que le supone su identificación con el cuerpo.
Es así que el deseo, condicionado por el materialismo, "aturde" al alma. Y tan grande es la ensoñación con la que sueña el alma a través del cuerpo físico, que ya no sabe el alma ni quién es, ni a qué ha venido a éste plano debido a la intensa atracción "cegadora" que crea constantemente a través de la mente la conciencia corpórea (o ego) hacia los objetos de su deseo.
La primera vez que oi decir de mi hijo en tono censurador: "Papá, estás amargado!" (Jamás he reprimido el que mis hijos se expresarán si al hacerlo no perdían la compostura) No pude sino darme cuenta de cuan grande era mi "tristeza" al ver que constantemente enfocaba mi atención tan sólo en aquello que deseaba y no tenía mi conciencia corpórea. Y efectivamente, reflexionando, estaba amargado (mi ego estaba amargado. Aunque sin duda ésta es, muchas veces, una condición sin ecuánime de nuestro ego)
La mente atrae hacia tu vida lo que piensas, por ello siempre eres atraído hacia toda clase de cosas físicas ya que vives pendiente de tu cuerpo físico; si vivieras más pendiente de tu alma, ten por seguro que otro tipo de cosas atraerías a tu vida.
Pero..., cómo puede vivir un hombre más pendiente de su alma que de los pensamientos de su mente?; fácil, mi querida alma hermana: SE TÚ, y no lo que tu manipulada mente quiere que seas a través de sus pensamientos para al final acabar no siendo nada.
Olvida toda ambición mundana si tu deseo es empezar a recordar aquellas riquezas que por derecho le pertenecen a tu alma.

-Papá, cuáles son los tesoros del alma?- me preguntó en cierta ocasión mi hijo.
-Aquellos que busca el corazón del hombre en las formas materiales de éste mundo sin darse cuenta de que anidan en lo más profundo de su Ser.

El hombre que intenta poseer todo lo que cree que es suyo acaba sufriendo, antes o después, la pérdida de lo que nunca le perteneció. De ahí que el despertar espiritual suele empezar a manifestarse en aquellas almas que han padecido la pérdida inesperada, física o sentimental, de un ser querido, ya que no es sino a través de una "pérdida" como el corazón puede empezar la desintoxicación mental que tiene hacia sus apegos.

-Papá, tú echas de menos a alguien?- me preguntó en cierta ocasión mi hijo cuando veníamos de dar el pésame a unos amigos que habían sufrido la pérdida de un ser querido.
-Si, a mi, solamente a "mi".
-A ti?
-Sí a mi, a un yo muy especial basado en el amor que todos llevamos dentro. Y no sabes cuánto a veces puedo llegar a extrañarme.
-Y a mi no me echas nunca de menos?
-Tú siempre estás aquí - dije tocándome la zona del pecho donde se asienta el corazón - en mi corazón hijo mío; por eso cada vez que me extraño a mi, también te extraño a ti.

La meditación, o el hecho de meditar, es tan difícil como nuestro ego, nuestra mente identificada con el cuerpo, quiera que sea; sin embargo, es la única forma de romper los sutiles lazos que crea la ilusión de nuestro ego de que sólo somos un cuerpo, y de que ésta vida es la única vida que existe.
Todo lo que en esta vida queramos alcanzar tiene la compleja tarea de llevarse a cabo a través del auto dominio mental. No se puede dominar la mente si no es retomando el control de la atención (mental) y llevando a cabo una continua observación (auto análisis) de nuestros pensamientos.
Lo fácil requiere poco adiestramiento mental, pero lo que para nuestra mente ha sido catalogado como difícil, requiere el noble desafío del constante enfrentamiento a nuestros miedos; éstos, nuestros miedos, no son más que auto limitaciones impresas en nuestro subconsciente que hacen que veamos las cosas difíciles o imposibles.
Al miedo sólo se le vence cuando uno se da cuenta de que el miedo no es suyo aunque esté ahí (Una vez tuve miedo porque pensaba que el miedo era mío)

-Papá, tú por qué no tienes miedo?- me preguntó en cierta ocasión mi hija.
-Cómo quieres que tenga algo que no es mío?, hija mía.

El hombre es víctima de sus deseos y del apego que tiene hacia éstos. Tanto es así, que con la llegada de la muerte física, al alma, aún identificada con el último cuerpo que habitó, se le busca (su propio karma le busca) otro cuerpo para que pueda satisfacer así los deseos terrenos que no consiguió materializar antes de su muerte (El alma, en sintonía con el último cuerpo físico que habitó, es atraída por su karma hacia éstos deseos)
Dicho de otra manera, el cuerpo físico sólo "se crea" (sólo viene de nuevo a éste plano) ante la necesidad de satisfacer los deseos incumplidos de vidas ulteriores; pues de qué otra manera si no se sentiría atraída el alma a éste plano material si no es porque aún está identificada con la conciencia corpórea, y ésta a su vez aún anhela el plano sensorial de los placeres y las formas físicas?
El deseo se transforma en deuda (karmica) cuando a través de la acción, nuestros actos, sumisos a la voluntad de nuestros deseos, contradicen la voluntad divina o acción correcta. Y es que el alma no desea nada, pues todo lo tiene; ya que no necesita nada para Ser quien ya es.

-Papá, cómo puedes saber si lo que has hecho es lo correcto?- me preguntó en cierta ocasión mi hija.
-Cuando la conciencia de mi corazón no tiene dudas, entonces hija mía sé que he hecho lo correcto.
-Papá, y qué es la conciencia?
-Esa vocecita interior que procede de nuestra alma y que sólo escuchamos cuando nuestra mente está en silencio.

El alma también se puede liberar de su conciencia corpórea a través de la acción correcta. Por el contrario, puede quedar atrapada, como así sucede, en la rueda karmica de las reencarnaciones a través de sus acciones incorrectas (influenciadas éstas siempre por insaciable "sed" del ego)
Algo que olvida con facilidad el hombre es que los deseos nunca satisfacen al que sueña con ellos, pues una vez se obtiene de ellos lo que se busca, éstos dejan de tener el interés con el que fueron la fuente de deseo; y siempre aparece un nuevo deseo que nos ciega para mantenernos en la oscuridad de la ignorancia de nuestro ego.
Todo deseo siempre ofrece un halo de inevitable atracción permanente hasta que uno no se libera de él satisfaciendolo: agrandando así a su ego, o deshaciéndose de él en su mente: venciendo la tentadora voluntad de su ego hacia ése deseo.

-Papá, cómo se puede vencer a la mente?- me preguntó en cierta ocasión mi hijo.
-No haciéndola caso.
-Y cómo se hace eso?
-Retirándole toda tu atención.

El ego hace que la mente, nuestra mente, está esteriorizada (y el corazón también) a través de nuestros cinco sentidos; es decir, ambos: corazón y mente, están más pendientes de todo lo que sucede "de puertas afuera", que en el interior de nosotros mismos; pues es sólo despertando nuestro sexto sentido: la intuición, como se puede interiorizar la mente armonizandola con nuestra alma.
Al estar nuestro corazón al servicio de la mente, debido a la constante identificación del alma con el cuerpo (ego), nuestro corazón se llena de egoísmo, vanidad, soberbia y orgullo, sentimientos éstos subordinados a los pensamientos de una mente comandada por el ego.
Cuando el alma se desprende de todos los deseos que le pide el cuerpo, el corazón se libera del yugo de la mente, y la mente al fin se encuentra de nuevo al servicio del alma (como en los orígenes de la creación); y con una mente libre de ego, el alma puede materializar cualquier cosa a través de la mente.
Al desprenderse el corazón de la semántica del lenguaje que tiene toda mente "infectada" de ego, el corazón se halla libre del léxico que emana de todo deseo; es lo que se llama tener un corazón puro.
Si se pide con ese corazón libre de todo deseo, cualquier cosa que se pida se materializará.
Lo que sucede en ésos casos es que un corazón puro no suele ser un corazón pedigueño a título personal.
Sólo cuando te has desecho de aquello que tu ego te "impone" hacer, es cuando estás preparado para llevar a cabo lo que tu alma desea (ha venido a) hacer.
Un corazón lleno de amor no pide nada (no desea nada), ya que todo lo tiene; es nuestro egoísmo el que nos hace sentirnos vacíos de corazón, pues es nuestro egoísmo el que vacía poco a poco de amor nuestro corazón, y el que nos hace pedir (desear), a través de ése vacío, un sin fin de cosas que sin duda aún nos hace sentir todavía más vacíos.

-Papá, cómo se vacía el corazón de todo deseo material? - me preguntó en cierta ocasión mi hijo.
-Amando.

Y puesto que el amor atrae más amor, no hace falta tener una gran mente o una mente virtuosa y brillante para llegar hasta Dios, sino sólo un gran corazón lleno de amor. Tanto es así, que al devoto que medita abstrayendo su mente de todo pensamiento tan sólo le bastaría con sentir su verdadero amor para poder llegar a Dios a través de su meditación.

-Papá, si como tú dices somos cuerpos de luz, por qué no vemos la luz de nuestros cuerpos?
-Dime una cosa hija mía: tú puedes ver la luz de tu habitación a oscuras?
-No.
-Y qué tienes que hacer para ver luz en tu habitación?
-Encender la luz.
-Pero eso no quiere decir que tu habitación no tenga luz, sino sólo que no está encendida; verdad?
-Sí, papá.
-Pues lo mismo pasa con el cuerpo de luz del hombre: para poder ver la luz del cuerpo primero tienes que encender su "luz".
-Y cómo se enciende ésa luz en el cuerpo?, papá
-A través del amor hija mía, pues el amor es la luz del alma.

Es por eso que aquel que busca meditar para encontrar a Dios ha de buscar antes su propio amor para a través de la expresión de éste encontrar a Dios en su meditación; pues si no, de cualquier otra manera tan sólo conseguirá, a lo sumo, dominar su mente, pero no hallará a Dios.
La mente oculta a Dios tras la continua aparición de pensamientos provenientes del juicio y la razón debido al incesante acumuló de deseos con que busca auto satisfacerse nuestro ego, pero aún cuando alguien pudiera detener su mente éste no encontraría a Dios si antes no descubre lo que es el verdadero amor. Sin embargo, encontrando el verdadero amor dentro de uno mismo el torrente continuo de pensamientos cesa al desaparecer los deseos, ya que el amor nada desea, pues Él ya todo lo ES.
Sólo el amor aporta en verdad la tan ansiada quietud mental.
Ama al Señor sabiendo que Él se encuentra en el corazón de cada ser humano por muy extraviada que se halle la vida de quien aún no vislumbre, como tú, el todopoderoso amor de Dios que yace oculto en cada átomo de la creación.
La materia, nuestro cuerpo físico, puede reducirse (convertirse) a energía (luz) con el simple control de la respiración.

-No se te corta la respiración cuando el amor te viene de dentro?; papá- me dijo mi hija en una ocasión.
-Si hija mía, así es.
-Y no sientes cómo si flotaras?
-Si, yo también siento como si flotara hija mía.
Por el tipo de preguntas creo que le empezaba a gustar un compañero de clase.
-Y papá, cómo puedo retener ésa sensación?, casándome?
-No crees que eres un poco joven para eso?
-Entonces cómo?
-Amando a Dios.
-Sólo?
-Sólo.
-Y amando a un chico no?
-Si amas al hijo de Dios que hay en el interior del corazón de ése chico también.
-Ah!, vale; menos mal.

Sé que el verano de la auto realización en Dios sólo llega después de vivir en todo su esplendor la primavera espiritual del alma; así pues, tras vivir interiormente el otoño de la vida: aquel que se inspira deshojando los vagos recuerdos que aún se tienen de quiénes Somos (hijos de Dios); después de un invierno de soledad: de convivencia con uno mismo en las más duras y adversas circunstancias climatológicas que puedan deparar la propia ignorancia que tiene el hombre de si mismo; llega la tan ansiada y ferviente primavera espiritual (del alma) que espera siempre latente en el interior del corazón de cada uno de nosotros con su amor y desbordante alegría.

-Papá, qué observas tan meditabundo?- me preguntó en cierta ocasión mi hijo.
-Hoy como siempre hijo mío, me asomo por la ventana de mi corazón y veo que al fin ha llegado la primavera. Es que acaso tú no la ves?
-Qué primavera?, papá; si estamos en invierno.
-La del alma hijo mío, la del alma.
-Papá, es que no lo sabes!; para poder ver lo que tú ves, hay que tener el corazón que tú tienes.

"gracias"

Rafael Santamaria