sábado, 17 de mayo de 2014

EL AMOR DIVINO; original de Rafael Santamaría


-Maestro; ¿cómo puede surgir el amor divino en los hombres?
-Te lo explicare a través de la misma fábula que un buen día me contó a mi Maestro.


A orillas del gran río de los Miedos; entre los grandes macizos montañosos de nuestros Complejos y las Criticas; allí, en las áridas tierras sin frontera donde se acaba el ego; dos muchachitos se encontraron el uno al otro. 

- ¿Qué pasará si cruzo? - dijo uno.
- Tendrás que cruzar para saberlo - contestó el otro.
- Pero me han dicho que no debo cruzar.
- Entonces no cruces.
- Pero yo no veo que sea malo cruzar.
- Entonces cruza.
- ¿Pero qué es lo que hay al otro lado para que no cruce?
- ¿Qué te dijeron que había?
- No me dijeron nada, tan sólo que no debía cruzar nunca.
- ¿No te dieron nunca una explicación?
- Que era malo.
- ¿Y por qué es malo?
- Eso nunca me lo razonaron.
- ¿Que es malo porque sí?
- Si, algo sí.
- Entonces no puedo ayudarte.
- ¿Tú has cruzado?
- Yo vivo allí.
- ¡En serio!
- Si.
- ¿Y qué haces aquí?
- Lo mismo que tú quieres hacer allí; conocer.
- ¿Y qué quieres conocer de aquí?
- Me dijeron que nunca cruzara...
- Pues como a mi.
- ...que en el otro lado no iba a encontrar nada bueno.
- Aquí la gente no es mala.
- Allí tampoco.
- ¿Por qué crees que nos dicen esas cosas?
- Para que no crucemos.
- Ya, ¿pero para qué?
- No lo sé.
- ¿Tú cómo te llamas?
- Conocimiento.
- Que nombre más raro.
- ¿Y tú?
- Corazón.
- Pues anda que el tuyo.
- Aquí todos nos llamamos igual.
- Allí también nos llamamos todos igual.
- Y por qué no querrán que los corazones conozcan al pueblo del conocimiento.
- Pues supongo que por lo mismo que no quieren que nuestro conocimiento os conozca a vosotros: los corazones.
- Hace tiempo encontré esté manuscrito enterrado cerca de los límites que no nos dejan pasar. Leerlo fue lo que me ánimo a cruzar.
- ¿Y qué dice?
- Que si un día un corazón cruza sus propios límites auto impuestos encontrará el Conocimiento.
- Yo también encontré hace tiempo un manuscrito que es el que me ha llevado hasta aquí.
- ¿Y qué dice?
- Que si un día el conocimiento cruza sus propios limites auto impuestos encontrará su Corazón.
- Dice lo mismo que el mío pero al revés.
- Si.
- ¿Y qué significará?
- No lo sé.
- Tú a mi me gustas. Me caes bien.
- Tú a mi también.
- ¿Y éso será bueno o malo?
- ¿El qué?
- Que nos gustemos.
- A mi no me suele gustar mucha gente.
- A mi tampoco.
- Pero tú sí.
- Lo mismo digo.
- ¿Tú crees que es el destino?
- ¿Qué es éso?
- En mi pueblo se dice que el destino es aquello que te tiene que pasar.
- No lo sé.
- ¿Y ahora qué hacemos?
- ¿A qué te refieres?
- A mi me apetece quedarme contigo.
- Y a mi contigo.
- Entonces...
- ¿Entonces qué?
- ¿Que qué hacemos?
- Pues yo creo que deberíamos hacer lo que en este caso sentimos que nos apetece, porque no creo que sea malo.
- Yo también lo creo así.
- Entonces..., ¿nos quedamos juntos?
- Vale.
- Y qué pasará si salen a buscarnos nuestras respectivas familias.
- A lo mejor algún día con nuestro ejemplo conseguimos que todos los corazones crucen sus propios límites en busca de conocimiento...
- O que todos los que tienen conocimiento algún día busquen cruzando sus propios límites lo que hay en sus corazones..

-¿Has entendido? Tu conocimiento ha de salir en busca de tu corazón superando sus propios límites auto impuestos por él, sobre todo sus miedos; y tu corazón ha de salir en busca de tu conocimiento superando sus propios límites auto impuesto también por él. Sólo así surgirá en ti el amor divino.

Rafael Santamaria

AMA, NO PIENSES; original de Rafael Santamaría

En cierta ocasión vino a verme una persona. 
Me preguntó que qué era el amor para mi. 
Yo no le contesté. Tan sólo guardé silencio y le amé. 
Pero aquella persona no entendió nada, y se fue decepcionada. 
En otra ocasión vino a verme otra persona, y me preguntó que qué era el amor para mi. 
Yo no le contesté. Guarde silencio, y le amé. 
Al irse, vi que se iba mejor: más alegre, más contento; en definitiva, más feliz. Entonces, antes de salir por la puerta se dio la vuelta y sonriendo me dijo:
-Pensaba que el amor era otra cosa.
Yo le contesté:
-Ama. No pienses.
Rafael Santamaria