viernes, 17 de febrero de 2012

-Maestro,¿y si Dios no existiese?
-Entonces..., yo tampoco existiría.
A vosotros:

¿Por qué antes de la parte práctica, antes de la Relajación y la Meditación, hay una parte teórica? Veréis, cuando empecé a meditar, intenté desde el principio meditar lo más profundo que podía, abstrayéndome así de cualquier pensamiento que se me pasaba por la cabeza; pero jamás, por mucho que lo intentaba, conseguía dejar la mente en blanco por largo tiempo; sólo lo conseguía por pequeños espacios de tiempo.
Hacía un gran esfuerzo levantándome muy temprano para meditar todos los días, y meditaba casi una hora, pero mis progresos iban muy lentos; ¿a qué me refiero con muy lentos? a que por más que centraba toda mi atención en el OM, no conseguía escuchar ni el OM, ni los sonidos que le anteceden = los sonidos astrales. Así pues, seguí estudiando, y me di cuenta de que para que mi meditación fuera cada vez más profunda = más limpia de todo pensamiento, debía hacer algo para que mi mente se fuera acostumbrando a no pensar tanto y no me diera tanto trabajo a la hora de meditar = debía empezar a conocerme a mí mismo, y debía empezar a darme cuenta de que mi voluntad estaba al servicio de mi ego, y debía pues, liberarme de mi ego. Una vez que empecé a estudiarme a mí mismo, el ego se fue apagando, y como es el ego el que manipula la mente a través del pensamiento, y se hace con su control cuando la mente piensa como le gusta pensar al ego, al empezar a dominar mi mente, pronto pude comprobar que en cada meditación la mente pensaba cada vez menos, y con aquella quietud mental, sabía que más tarde o más temprano se manifestaría ante mi oído intuitivo el sonido mágico de la creación = el OM; pero aún así, aunque la paz que me sobrecogía cuando meditaba era inconmensurable, seguía sin poder oír a Dios, seguía sin poder oír el OM; entonces,  me di cuenta que al igual que un niño que está perdido llama a su madre varias veces, y no deja de llamarla hasta que la madre responde y sale a su encuentro, así debía de hacer yo si quería encontrar a la madre que buscaba en mi interior = Dios; y empecé a meditar no sólo una vez al día, sino tantas como hace el niño que perdido, busca desesperadamente a su madre. Medite tantas veces al día como se me presentaba la oportunidad de hacerlo. Y una vez que encuentras y sabes dónde encontrar a esa “madre”, ya no tienes que llamarla desesperadamente una y otra vez, ya sólo tienes que ir a dónde sabes que está. Pero al principio, cual niño que llora, debéis gritar su nombre, debéis meditar, tantas veces al día como os sea posible; pues además, cuantas más veces meditéis, más limpia dejaréis vuestra mente de todo pensamiento para la próxima meditación; hasta que un buen día, en la pulcritud de vuestra mente se os permita ver en ella el reflejo de Dios en vosotros = vuestra alma.
Con cada parte teórica tan sólo intento hacer despertar vuestra mente del sueño al que le tiene sujeto vuestro ego.

Rafael Santamaría

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