En cierta ocasión vino a verme una persona.
Me preguntó que qué era el amor para mi.
Yo no le contesté. Tan sólo guardé silencio y le amé.
Pero aquella persona no entendió nada, y se fue decepcionada.
En otra ocasión vino a verme otra persona, y me preguntó que qué era el amor para mi.
Yo no le contesté. Guarde silencio, y le amé.
Al irse, vi que se iba mejor: más alegre, más contento; en definitiva, más feliz. Entonces, antes de salir por la puerta se dio la vuelta y sonriendo me dijo:
-Pensaba que el amor era otra cosa.
Yo le contesté:
-Ama. No pienses.
Rafael Santamaria
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