sábado, 11 de julio de 2020

El CEREBRO Y LA CONCIENCIA; original de Rafael Santamaría


El cerebro es esa parte dormida de la conciencia que nadie despierta por dejar todos los asuntos en manos de la mente de su ego.

La aureola con que se les pintaba a los santos da fe de que cuando una conciencia se despierta el cerebro se ilumina.

La energía que desprende el cerebro cuando "su carga está a tope" es capaz de mover montañas.

Son las limitaciones de nuestra mente las que mantienen el potencial de nuestro cerebro dormido.

La mente no puede aprovechar todo el potencial del cerebro porque la mente es ego al haberse identificado con las limitaciones del cuerpo físico.

Sólo la conciencia puede explotar todo el potencial del cerebro.

Pero nuestra conciencia permanece dormida mientras sigamos pensando como nos han enseñado a pensar.

Pensar en primera persona es ego.

El ego duerme la conciencia.

Con la conciencia dormida, del cerebro sólo trabajan aquellas áreas que se han habilitado a través de esquemas mentales o circuitos sinápticos.

La electricidad que mueve el cerebro es siempre mínima y obedece a patrones básicos como son los movimientos musculares y los razonamientos simples basados en criterios establecidos por un ego social o adoctrinamiento cívico.

La mente es la consecuencia de nuestros pensamientos.

Cada uno de nuestros pensamientos vive en la mente y se hacen realidad a través de nuestro cerebro materializándose en función de la cantidad de energía que le entregamos con nuestra atención.

Cuando el pensamiento viene de la conciencia, no necesita de la atención para hacerse realidad, ya que la conciencia es atención plena, y todo lo que proviene de la conciencia "va cargado" de pura atención.

La mente no deja que la conciencia despierte. No quiere. 

Para ello se inventa creencias que sustituyen a la conciencia tales como: la controversia y los "peros", las excusas y las justificaciones, las expectativas y su primo lejano: los fracasos, la envidia y los celos, etcétera.

Sin embargo la aceptación abre el candado de la mente en un continuo despertar de la conciencia, porque quien acepta sus circunstancias (la cruz que le ha tocado vivir) de alguna manera conoce que hay una voluntad por encima de la suya, sabiendo que cuando su voluntad no va al unísono con esa otra voluntad, es ego.

Tal aceptación hace de la mente un instrumento al servicio de la conciencia, y no al revés.

Cuando la conciencia despierta, en el cerebro empiezan poco a poco a habilitarse zonas que hasta entonces estaban en modo de espera; que esteban latentes a la espera de que se les diera uso.

El cerebro, y junto a él, la conciencia, son mundos paralelos desconocidos para el hombre.

¿Se han preguntado alguna vez por qué esto es así con todos los adelantos que existen hoy en día?

Pues es así, porque quien despierta su conciencia, y por añadidura, su cerebro, tiene todo el potencial que desee al alcance de su mano.
Tal es el poder de Dios en la tierra.

Rafael Santamaría



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