martes, 21 de julio de 2020

MIS ERRORES; original de Rafael Santamaría

Recién estrenada mi paternidad cometí con mis hijos muchos de los errores que mis padres habían cometido conmigo y de los que tanto me había quejado por el dañó que me habían supuesto.

He de reconocer que mi ignorancia me tenía totalmente ciego y no podía ver cómo es que estaba repitiendo con mis hijos la misma conducta, hasta las mismas frases, que tanto me marcaron en mi vida.

Heridas que aún sangraban, y que sin embargo, yo mismo hacia a los demás, en este caso a mis hijos, hiriendo con la misma sangre que me hirió a mí: mi mismo sufrimiento, pensando que de ese modo hacía lo correcto, y que esa forma de educar era la buena.

Nunca me paré a pensar de verdad qué estaba haciendo o qué hacía; pensaba que pensaba, pero nunca ciertamente reflexioné poniéndome en el lugar del otro, en éste caso: en el de mis hijos, acordándome de cuando yo era un niño, despertando así la conciencia.

El milagro me llegó rezando. 

Por aquel entonces no sabía meditar, así que rezaba y rezaba, pero parece ser que de poco me servía rezar, pues todo seguía igual, hasta que un día oré con el corazón y todo cambió.

Mi conciencia pidió ayuda, y ella misma, despertando del sueño profundo de mi ego, me ayudó.

Empecé a pensar de otra forma, veía las cosas de distinta manera, tan distinta, que me vi solo con mi nueva forma de pensar.

No encajaba, ni yo ni mis actos, pero me sentía mucho mejor comigo mismo que antes.

Les empezé a pedir perdón cada vez que me equivocaba. Les enseñé que su padre no era perfecto para que nunca así buscarán la perfección, sino que buscaran el ser sinceros consigo mismos; pues he ahí la verdadera perfección.

Empecé a compartir con ellos mis emociones y mis sentimientos, para que me vieran como un padre real y cercano. 
Hoy en día ellos mismos comparten conmigo sus emociones y sus sentimientos. 
La distancia es el olvido sólo cuando se deja de hablar con él corazón.

Nunca les hable de mis problemas preocupándome en exceso por ellos, para que vieran que todo en la vida es solucionable si no te preocupas en demasía, aún cuando la solución que la vida te de contraríe la voluntad de tus intereses personales.

Les permití, y les permito, que me corrijan si estoy equivocado para que se den cuenta de que cuando uno es padre, nunca se deja de aprender; y que la vida misma en sí, es un continuo aprendizaje donde no hay que buscar siempre intentar llevar la razón.

Les mostré mis errores para que vieran la imperfección que acecha en cada circunstancia que te toca vivir en la vida; pero a la vez les mostré las enseñanzas que llevan implícitas cada uno de esos errores, para que vieran el lado divino que existe en cada situación.

Dejé de enseñarles a orar y a meditar; pues un dia entendí que al igual que un hombre si se relaja, flota en el agua, aunque él piense que no sabe nadar, así y de la misma manera, todo hombre puede conseguir comulgar con Dios: basta entonces con estar siempre tranquilo y relajado para flotar en sus aguas; pues quién es de los que piensa que necesita nadar para no ahogarse, al final se cansará de tanto bracear y se ahogará víctima de su propio ego y su forma de pensar.

Busca entonces hijo mío la calma en tí, observa que en realidad todo es quietud, y que es tu forma de pensar lo que agita todas las cosas volviéndolas susceptibles de interpretación, y por ende, de sufrimiento.

Rafael Santamaría






No hay comentarios:

Publicar un comentario