miércoles, 11 de noviembre de 2020

LOS REYES MAGOS; original de Rafael Santamaría

 Cuando era niño crecí creyendo que los reyes magos eran reales, y que venían a lomos de un camello desde el lejano oriente hasta mi casa para traerme regalos, pero cuando me enteré que eran los padres, su magia se volatizó.

En ese momento comenzó una adolescencia llena de amargas vivencias, todas ellas producto de la falta de magia.

Si se pierde la magia, el mago está muerto, y los niños tienen magia hasta que dejan de ser niños, o lo que es lo mismo, hasta que dejan de ser magos.

Pasé años buscando la magia, esa fe que hace posible los sueños; buscando a un mago que es un niño interior que no crece debido a que es la viva imagen de nuestra alma.

Pero la pubertad esconde esa viva imagen de alma en el corazón, un sitio en el que nunca se nos ocurriría buscar porque lo creemos vacío.
¡Qué lista la pubertad!

Entonces viene la adolescencia, un periodo de prueba que no termina nunca, pues lo que llamamos madurez, es una adolescencia incomprendida desde la cálida mirada de un niño.

Por aquel entonces me preocupé de gustar a los demás, ¡qué pérdida de tiempo y de energía!; y aún los hay que no salen nunca de éste bucle siniestro.

Buscaba una mujer que me gustase y le gustará, ¡Qué horror!

Buscaba una vida hecha a mi medida, sin darme cuenta que nunca se deja de crecer, y hacerse un traje a medida de la vida, limita la libertad de movimientos.

Pero es que tanta búsqueda improductiva se vuelve ego.
Un ego que se hace cada vez más fuerte a través de las creencias.

¿Que en qué creía yo?, en todo menos en los reyes magos; grave error.

Cuando te pasa ésto, ya no regalas con magia, sino para ser correspondido; y la vida misma es un regalo, el amor es un regalo.

Es entonces cuando esperas algo de la vida, la pregunta es el qué; porque ese el qué, es algo que no llega nunca.

La introspección, la mirada hacia dentro, o el ojo interior, cualquiera de ellos, nos muestra que el mundo que vivimos sólo es un programa que se emite desde nuestra mente.

Tan fácil entonces como cambiar de programa, o mejor aún: tan sencillo como apagar la tele (la mente)

Tarde mucho en darme cuenta que en mi tele (mi mente), junto con la programación, se emitían anuncios de otros que me llevaban a consumir las ideas de los demás.

Te llegas a creer todo cuando estás conectado a la información de fuera.

Es entonces cuando si te hablan de magia, ya estás tú diciendo que es un truco, un truco muy bueno, pero al fin y la cabo un truco; síntoma éste de una pérdida absoluta de fe.

En ese momento vivimos como si lo supiéramos todo. Lo que les decía antes: una adolescencia que no termina nunca.

Y si buscas un Maestro, por aquello de que algo muy dentro de tí te dice que te estás equivocando, buscas un Maestro que sólo corrobore lo que tú piensas; y así mal vamos.

Cuando yo me abrí, mi tele (mi mente) seguía funcionando. Si les digo la verdad, creo que aún sigue en emisión. 

Supongo que es problema del fabricante, del ego, que es quien diseñó esa programación.

Muchos grandes maestros te indican lo que has de ver u oír cuando llevas tú atención hacia el interior, pero lo que quizá no te han dicho, es que con llevar la atención al interior es suficiente. Ya habrá tiempo de oír o ver sonidos o imágenes astrales.

El despertar de la conciencia es un proceso interno de llevar la atención continuamente al interior.

La conciencia es la interiorización de la atención, y cuando interiorizas los pensamientos, estos también se vuelven conciencia.

Lo reyes magos siempre han existido. 

Una cosa sólo deja de existir cuando dejas de creer en ella.

Llevá tu atención al interior y los verás.
Tu niño los verá.

Rafael Santamaría






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