Pero después de más o menos llevar una hora incolumes en perfecta quietud, aquella persona rompió el sepulcral silencio que nos acompañaba preguntándome:
- No te cansas? Llevamos una hora.
A lo que yo le contesté.
- Debes meditar con el corazón. Tú meditas con la mente. Y tu mente se cansa porque ya la traes cansada de la vida que llevas.
- Y cómo se medita con el corazón? A mi me han enseñado a...
- No sigas - dije interrumpiendole - Amando.
Rafael Santamaría
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