viernes, 23 de agosto de 2013

ACERCÁNDOME A LA VERDAD; original de Rafael Santamaría


La primera vez que me acerque a la Verdad, aunque fuera de lejos, fue en un curso de energías. Aun recuerdo la voz del profesor diciéndonos:
- Que levante la mano quien ahora mismo sea verdaderamente feliz en su vida.
Y espontáneamente, como si se tratara de un acto reflejo, hasta yo mismo levante la mano. Es como cuando alguien te ve por la calle y te pregunta que qué tal estás, y tú por sistema le respondes que bien, aunque no estés bien. 
- Ya podéis bajarla- dijo él, - y ahora, que levante la mano solo quien después de haber reflexionado seriamente acerca de su vida, pueda decir con certeza que es feliz. 
Iba a haber levantado de nuevo la mano, pero el peso de aquellas palabras frenó ése primer impulso. Aunque si hubo quien la levantó. Y mas de uno. 
- Ya podéis bajarla,- dijo de nuevo- y ahora, de entre todos los que la habéis levantado, ¿quién de todos vosotros que decís ser felices me puede explicar que es para el la felicidad?
Ni que decir tiene que cuando el primero de todos ellos se vio enunciando los motivos que le hacían feliz, su felicidad quedó en entredicho al exponer las justificaciones con las que él creía ser feliz. 
La clase continuó, pero yo me fui ésa noche a casa pensando en la simple pero profunda pregunta que se había planteado: ¿de verdad eres feliz?
A lo que yo añadí: ¿de verdad te gusta siempre lo que haces?, ¿de verdad estas siempre en compañía de quien quieres estar?, ..., si me ponía a esgrimir sinceramente conmigo mismo hasta que punto era feliz en cualquier faceta de mi vida, resultaba que casi siempre, si se me dejaba decir la verdad de lo que opinaba sin ningún tipo de represalias, es decir, si se me dejaba ser verdadero (conmigo mismo y con los demás) no era tan feliz como yo creía puesto que de todo lo que hacía nada me hacía feliz, pues nunca era yo mismo, ya que muchas de las cosas que hacia que me hacían feliz (o al menos yo así lo creía hasta entonces) estaban condicionadas siempre por otros. Por eso nunca era yo mismo, si no lo que otros querían que fuera.
Hay cosas que uno no debe ni hacer, ni decir, ni que pensar, porque están mal. Entonces me reprimo y ni las hago, ni las digo, ni intento pensarlas; pero aunque así lo haga, siguen estando ahí, lo que sucede es que no estoy siendo sincero conmigo mismo; pues digo, hago, y pienso lo que otros quieren que diga, haga, y piense. 
Entonces, ¿quién soy yo?, sinceramente hablando.
Descubrir esto, es como si te dicen que tus padres no son tus padres: te rompe los esquemas. Pero es que son muchas las veces en que uno elige el camino de no querer oír quienes son realmente sus padres con tal de que no le cambien los esquemas.
Kriya yogui Rafael Santamaría
@Kriya_ yogui

No hay comentarios:

Publicar un comentario